jueves, 4 de enero de 2018

Emplatados (I)


El Comidista publicó ayer un interesante artículo de Jordi Luque en el que se critican los alucinados emplatados que hacen furor en parte del sector hostelero. Transcribimos su primer párrafo en el que establece el origen del problema en la irrupción de las ahora ubicuas lajas de pizarra:

Todo empezó, diría, que a mediados de los 90. En los restaurantes de las grandes ciudades españolas empezaron a aparecer rectángulos de pizarra sobre se emplataban las creaciones culinarias. Fue la idea de una mente enferma. Esas pizarras, además de retrotraernos al Paleolítico pirenaico, dificultaban a los camareros la tarea de depositarlos y retirarlos de la mesa y no servían para contener salsas ni jugos, así que los líquidos se desparramaban por el mantel o, en el peor de los casos, sobre los pantalones o las faldas del comensal, convirtiendo el ágape en un festival de Cebralín.


Por nuestra parte, podemos dar testimonio de camareros dejándose las uñas para retirar de las mesas algunas de esas inasibles pizarritas, mientras que la web We Want Plates (queremos platos), que hemos descubierto en el artículo, aporta algunos interesantes ejemplos de desbordamientos salseros junto con algún creativo artificio paliativo como puede ser la construcción de un dique de patatas.

 

Uno de los ejemplos más pintorescos de emplatado, que se utiliza como ilustración el artículo de El País, es una pieza de lo que podríamos llamar cocina pseudohumorística. Disfruten de la adjunta presentación de unas gambas a la plancha en..., ¡correcto!, una antigua plancha.

Tras rogarles que no dejen de visitar la citada web We Want Plates para que no se enfaden por las numerosas fotos que de allí nos hemos traído prestadas, pasamos a rectificar una manifestación del Comidista de guardia: Me consuela que aún no me han hecho comer del suelo o de un retrete –cualquier día homenajean a Duchamp– y, también, saber que hay gente que lo ha pasado peor que yo –soy ruin por esto, lo sé–.

Pues en la web que nos nutre de tan variadas imágenes  puede verse como ese homenaje ya se ha producido. Miren que hermosura de diseño de vajilla que emparejamos con el auténtico urinario de Duchamp de 1917 (aunque tenemos que admitir que la recreación no tiene los pertinentes desagües):


Menos vinculación con el mundo del arte tienen los lavabos, pero tampoco faltan en la hostelería más creativa, mientras que el uso de bañeras ya requiere el recurso a modelos reducidos ma non troppo.

 



Una vez metidos en el mundo de la construcción, tenemos que mostrar nuestra sorpresa por la atención que los hosteleros más imaginativos conceden a los profesionales de ese sector. Imaginen la satisfacción del ingeniero, preferiblemente especialista en estructuras, que ve llegar su comida colocada sobre un perfil metálico. Pero asímismo cabe que sea un dumper, o volquete, si quieren, el encargado de esa misión, mientras que lo meros peones también pueden disfrutar del uso culinario de sus humildes palas.

 

Los instrumentos de recogida menores también tienen su sitio, aunque esperamos que lleven aparejada una especial formación para el personal de limpieza en cuanto a la organización de sus útiles. Y en la imagen contigua puede verse como los profesionales de la sanidad asímismo encontrarán ocasiones de sentirse "en su salsa".

 

Finalizamos por hoy, no sin comprometer antes una segunda parte, constatando que una adecuada selección de platos permite a los aficionados a la jardinería obtener una completa colección de útiles para desarrollar su pasión. Con todo, si tienen la ocasión de comer en el restaurante Azurmendi, no dejen de probar el "musgo en la pared" que Eneko Atxa saca a la mesa en un desafiante plano inclinado. 

 






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