viernes, 8 de septiembre de 2017

El oteador de portadas (12): despertares


Comprometíamos en el undécimo apunte de la serie El oteador de clichés en las portadas dedicar una entrada a la interrupción del sueño. Una situación que allí veíamos escenificada en dos portadas de Perry Barlow publicadas en el semanario The New Yorker con 20 años de diferencia.

 

Lo niños que interrumpen el descanso de sus padres constituyen todo un cliché, especialmente utilizado en fechas navideñas para escenificar la recogida de los típicos regalos de esas fechas. Como ejemplos adicionales vamos a traer, en primer lugar, una ilustración de Walter Baumhofer publicada en The American Magazine.

Debajo la interpretación de Amos Sewell, esta ya no es navideña, que fue portada en The Saturday Evening Post fechado el 20 de febrero de 1954. A su lado otro despertar a golpe de trompeta publicado en 1954 en la británica John Bull.


 

Sunday funnies es el título de la ilustración de Jack Welch con la que el Post ya había escenificado este cliché en diciembre de 1947. La mostramos emparejada con otra versión de la escena publicada en John Bull en septiembre de 1959.

 

Volvemos a The New Yorker para ver otras escenificaciones del despertar vistas en las portadas de esa revista. Retrocedemos hasta 1934 para ver un muy distinto despertar representado en una espléndida ilustración de Rea Irvin.

Barry Blitt también representó la interrupción de lo que tenemos más dudas de que fuera un sueño en una tapa de enero de 2007, mientras que ya hemos visto en el apunte Las portadas de Obama (1ª parte) otra del mismo ilustrador en la que se evocaba una famosa pieza de propaganda electoral conocida como "3 a.m. call". En el apunte Guía para entender (bien) el chiste mas repetido de Trump y un simpsónico video es donde explicamos que en la misma se representa una llamada de madrugada para reclamar la atención presidencial ante una supuesta emergencia. El anuncio finaliza con la pregunta ¿quien querría usted que contestase el teléfono? Una forma de tratar de sacar partido de la falta de experiencia de Obama en asuntos de estado.


Walter Beach Humphrey escenificó en mayo de 1928 para The American Magazine otra forma de, en este caso inminente, sobresaltado despertar.


La creatividad anterior está conceptualmente relacionada con la broma infantil imaginada por Dick Sargent en junio de 1955 para The Saturday Evenig Post. A su lado más bromistas infantes en un ejemplar de 1933 de la publicación The Passing Show. Pero en esa ocasión cabe esperar un despertar, seguramente sorprendido, pero mucho más apacible.

 


Coby Whitmore llevó a la portada de esa misma revista muy enfocada al público familiar otras nocturnas servidumbres de la ma/paternidad. Las que siguen son de enero de 1950 y marzo de 1958.

 


Pero los poco aislados departamentos de algunos transportes podían hacer partícipes de esas agitadas noches a otras personas que quizá pensaran que habían dejado atrás esa fuente de desvelos. La portada de la publicación The American Magazine que puede verse debajo, y que entendemos tiene lugar en un tren, es de abril de 1929.


Para finalizar vamos a fijarnos en otra causa de sobresaltados despertares como son las pesadillas, un concepto que no siempre se ha representado llegando a provocar el despertar. Como ocurre en la ilustración de 1932 realizada por H.R. McBride para la revista Liberty.


En The New Yorker tenemos identificados dos ejemplos. El mas reciente, desgraciadamente muy de actualidad, en una ilustración de Art Spiegelmann de julio de 2002 que tiene un mucho mas banal antecedente en el jugador de cartas torturado por alguna fallida mano ideado en 1935 por Abner Dean.



Esta es una creatividad que en tiempos pasados tuvo notable uso como podemos comprobar en dos tapas de la revista norteamericana Puck. En la primera, fechada el 14 de enero de 1903 que es obra de Udo Keppler, Rudyard Kipling es privado del sueño por la visión de una alianza angloalemana representada por medio de una amigable celebración entre Eduardo VII y Guillermo II. A su lado, un ejemplar de esa misma revista de noviembre de 1934 en el que John S. Pughe representó a un implicado en un fraude de la época soñando con su delator.

 






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