miércoles, 16 de agosto de 2017

El metro en The New Yorker (y III)


Nos ocupamos en esta tercera entrega del pasaje del metro ya instalado dentro de esos coches que casi todo el mundo, menos los ferroviarios, llama vagones. Unos viajeros muchas veces entregados a la lectura como los mostraba Abner Dean en mayo de 1931 o Adrian Tomine en 2004 con una usuaria que reparaba en un compañero de gustos literarios.

Debajo puede verse como Barry Blitt proponía en noviembre del año pasado un pasajero que leía los horrorizados titulares sobre la victoria de Trump. Lo hemos emparejado con el espiritual ángel que hacía uso de un libro electrónico en una ilustración de Carter Goodrich de diciembre de 2011.

 
 


Pero quien llevó al extremo la representación de la práctica de la lectura en el metro fue Bruce McCall en la última portada del año 2000 en la que ideó convertir un coche en la sala de lectura de una biblioteca.


El contrapunto lo ponen quienes se ven obligados a leer de pie, como ocurría en el número dedicado a la literatura (fiction issue) de 1995 ilustrado por Owen Smith. Un forzado hábito que también fue objeto de un espléndido dibujo de Barry Blitt para la portada del 16 de marzo de 1998.


 


Aunque este apunte está centrado en The New Yorker, vamos a realizar un inciso para reparar en la mucha menor atención que recibió el metro en el Saturday Evening Post cuyo público era considerablemente menos urbanita. Pero esa lectora en pie nos ha recordado una espléndida portada de 1961 de Constantin Alajalov, único ilustrador que fue autorizado a compatibilizar el trabajo para ambas revistas. Una secuencia de viñetas quizá inspirada por la tapa de Colliers de julio de 1929 en la que la viajera representada por Anita Parkhurst Willcox lee de pie, sin que ningún caballero le ceda el asiento, un libro titulado 'When Knighthood Was In Flower' (Cuando florecía la caballería). Cabe recordar que en septiembre de 1934 Joseoh Morgan había realizado otra portada con una lectora que contaba, sin embargo, con sitio de sobra para sentarse. 

 


Puestos a recordar lectoras pasajeras en pie, procede traer también la ilustración de Russell Patterson que pudo verse en la portada de Life del 28 de septiembre de 1928. Tremendos esos tabloides (1).

Volvemos a la publicación neoyorquina para ver como en abril de 1955 Rea Irvin ya se había ocupado de la rutina del commuter. Ello por medio de una repetitiva secuencia que hemos emparejado con los parecidos en la diversidad viajeros que Tomer Hanuka yuxtaponía en la ilustración titulada “Take the L Train”. Adviertan que la citada línea L conduce al muy diverso y judío Brooklyn.

 

Tampoco falta un judío en el diverso pasaje creado por el ilustrador argentino Ricardo Siri, más conocido como Liniers, en marzo de 2014. Edward Sorel imaginaba, por su parte, otro tipo de apreturas en la fauna en que convertía el pasaje del metro en el último número de enero de 1994


En marzo de 2003, el propio Sorel colaba en otro apretado vagón a un sospechoso viajero, el mensaje queda un poco abierto, mientras que, a su lado, vemos otro tipo de apreturas en una tapa de Peter Arno fechada en 1938. Una versión del cliché que confronta a un usuario camino del ocio con quienes, con toda probabilidad, se desplazan al trabajo.


Otros juegos con los viajeros van de la uniformidad de los usuarios navideños imaginados por George Price en diciembre de 1965, al pasaje diverso en aspecto y pensamiento en el que el ilustrador David Heatley infiltró a un sosias de Santiago Segura.

 

En septiembre de 1940 encontramos una ilustración de Perry Barlow en dos viñetas que expresa magníficamente esa diferencia de ánimo entre la ida y la vuelta de una jornada de ocio con niños. Un concepto que ha dado pie a portadas tan populares como la de agosto de 1947 realizada por Norman Rockwell para el Saturday Evening Post.

 

Otro desfallecido viajero, este de vuelta de una juerga nocturna, que comparte espacio con los currantes que acuden al trabajo, fue la propuesta de Constantin Alajalov para el número fechado la víspera de fin de año de 1944.

Modernamente, los contrastes entre el pasaje representados tienen algo mas de calado ideológico, como comprobámos anteriormente en el guiño a la psicosis terrorista de Edward Sorel y ahora pasamos a ver en el planteamiento de Anita Kunz de julio de 2007. 

 

La revista neoyorquina celebra los aniversarios de su fundación con la que en principio fue reproducción, y modernamente es una recreación, de la imagen de Eustace Tilley, el personaje creado por Rea Irvin que ejerce de representante a la revista desde su lanzamiento en 1925. Una atildado caballero al que el año pasado llevó al metro el ilustrador argentino Liniers, y nada menos que para involucrarle en la grosera práctica del llamado manspreading. El que ya practicaba en 1930 un viajero, sin que nadie reparara entonces en ello al contemplar una ilustración que buscaba el contraste ya visto anteriormente, incluso con el propio golf como pretexto (ver 2ª parte), entre los usuarios que van camino del ocio y los que lo hacen al trabajo.

  

Aunque nuestra idea inicial era restringirnos al metro, vamos a realizar una final incursión en los vinculados trenes de cercanías para ver algunas portadas centradas en su pasaje, los llamados commuters. Los que otrora portaran casi inexcusablemnte un periódico como los que vemos en la ilustración de 1961 de Arthur Getz. El que algún compañero de viaje podría dificultar desplegar como vemos en la ilustración de septiembre de 1942 de Helen Elna Hokinson.

Pero hoy en día las alternativas electrónicas florecen como bien muestra Barry Blitt en una viñeta de mayo del año 2000 que incluye una divertida referencia a esos conflictos con el desayuno asociados a la apretada vida del commuter. Otro día volveremos con mas detalle sobre las portadas de otras revistas que han reflejado las peculiaridades de ese estilo de vida. 

  




(1) Con los que luego envolvía sus flores el vendedor callejero de Leonard Dove.





Adenda 2024Klaas Verplancke debutó como portadista en el número del 25/4/2024 con “On the Grid”.



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