jueves, 17 de agosto de 2017

A vueltas con la traducción de títulos


El curioso asunto de las traducción de títulos ha sido objeto de diversos apuntes de este blog que, en general, están bastante focalizados en el mundo del cine. Relacionamos los más destacados:

Picores, comezones, tentaciones y "viudos de paja"

Reto cinematográfico superado

El reto de traducir juegos de palabras (este se ocupa en parte de la obra de Oscar Wilde “The Importance of Being Earnest”)

Mala traducción un poco obligada y una loca recomendación (esta última una cinematográfica chifladura de Fundéu)

Óscars, mercerías con pretensiones y Fuero Juzgo (con tan solo una marginal referencia a una fílmica traducción como mercería)

Lo que pasa en … se queda en … 


Nuestro manifiesto interés en la cuestión nos hace padecer cierta mala conciencia por no haber prestado atención, hasta ahora, a la serie de artículos que, bajo el título 'Esplendor y miseria de la vida de los títulos', viene publicando María Teresa Gallego Urrutia en el Trujamán del Centro Virtual Cervantes. Quizá porque esa sección se ha convertido, en parte, en una especie de sillón de psicoanalista, si no confesionario, al servicio de los también llamados truchimanes.

En la décima entrega, la publicada el pasado martes, que es la cuarta de la subserie 'Títulos que no me dejaron cambiar o que me impusieron', se trata sobre la narración 'La tigánci' que el políglota Mircea Eliade escribió en su materno rumano. Un artículo en el que la traductora muestra su arrepentimiento por haber aceptado el criterio editorial de publicarlo en español con el título 'El burdel de las gitanas'

Se sirve en su alegato de un párrafo del artículo 'Mircea Eliade y sus traductores' publicado en el número 14 de la revista Vasos Comunicantes (Invierno 1999-2000) por Joaquín Garrigós ('a quien debemos en muy gran medida la introducción de la literatura rumana en España'). Y no deja de ser valiente acudir a un texto en el que se afirma que a la versión de Gallego Urrutia le falta alma y 'no logra transmitir la atmósfera general mágica del relato'. Por mas que ello se achaque, barriendo claramente para casa, a que la traducción se ha realizado de forma indirecta desde el francés en vez de a partir del original rumano.


Lo cierto es que Garrigós también critica el título elegido que, como bien señala, se desmarca de los utilizados en francés o italiano, Chez les gitanes y Dalle zingare respectivamente. Y aun cabe añadir que en inglés se optó por 'With the Gypsy Girls' para publicarlo junto a 'Les Trois Grâces' en el libro 'Tales of the Sacred and the Supernatural'.

Así que el prostibulario reclamo es una clara indelicadeza hispana de signo presumiblemente comercial, pero se nos hace curioso el discurso de Garrigós cuando dice 'Y además el título no puede ser más desdichado: El burdel de las gitanas. Si bien el lector puede tener la impresión de que la narración se desarrolla en un burdel, Eliade no cita esa palabra en toda la obra; es más, la evita cuidadosamente'.

Un texto que induce a deducir que no habría tal burdel. Pero, por mas que Eliade no recurra al término, donde si no puede contratar el protagonista a tres prostitutas. Vale que no tanto para tener relaciones sexuales con ellas como para recordar su pasado con una amada que tuvo en la juventud. Pero, ¿es necesario aplicar uno de los nombres que nos oferta el diccionario para que lo sea? Así que descarado sesgo comercial sí, falseamiento no.

Y no solo en el título. Una comparativa de algunas portadas que han tenido las ediciones de ese relato también pone de manifiesto el peculiar tratamiento que ha 'sufrido' ese libro en el mercado español.


 
 

Sobre el controvertido novelista y reputado historiador de las religiones rumano resulta muy ilustrativo el artículo Las traiciones de Mircea Eliade publicado por Jacinto Antón en El País en noviembre del 2000. Mas convencional es la reseña biográfica que encontrarán en el siguiente enlace, que preferimos, por sintética, al correspondiente artículo de la Wikipedia.





3 comentarios:

  1. A ver... que no hay nada de confesión ni de sillón de psicoanalista en esos trujamanes. Pretenden (igual no lo logran, pero lo pretenden) ser una reflexión sobre las sutilezas de las lenguas y de la traducción, sobre la necesidad ineludible de decir a veces otra cosa para decir lo mismo, sobre qué es realmente la fidelidad en traducción, que no está donde suele pensarse. Y también pretenden dejar testimonio de la convivencia, a veces ardua, entre la editorial y el traductor en determinadas cuestiones. Y también aspiran a ser una pizquita didácticos, pensando en los posibles lectores que sean traductores incipientes. Pero de psicoanálisis y de confesonario, nada.

    Y una curiosidad: ¿por qué "barriendo para casa"? Y ¿quién barre para casa, Joaquín Garrigós o yo?

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    1. Por supuesto que entiendo que quien barre para casa es Garrigós, el es el traductor de rumano. Y quien parece desdeñar las versiones indirectas, por lo que cabe inferir que habría preferido realizar el trabajo por sí mismo.

      Siento, permíteme el tuteo, que extraigas una connotación negativa de la apelación a psicoanálisis y confesión. Para mí no la tienen. Será por mi educación. La que no me impide contemplar ahora con respetuosa distancia las prácticas católicas. Veo una y otro como meros medios, bien que en clave ciertamente subjetiva, para explicar/'descargarnos de' aquello con lo que no nos sentimos a gusto, como claramente manifiestas sobre ese título.

      No dudes que traducir me parece una de las tareas mas difíciles e ingratas que existen. Esto último por convertirse en noticia fuera del ámbito especializado casi siempre en negativo y rara vez en positivo.

      Así que enhorabuena por esos trujamanes que, aunque lo haya expresado tan mal, me parecen una gran labor que reconozco con asiduas visitas. Que mis hechos lo manifiesten mejor que mis torpes escritos.

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    2. No, qué va... Joaquín no es así. Seguro que no barría para dentro. Es que es un fan de Eliade y, como es natural, le fastidia que no se le saque al traducirlo, todo el partido posible, porque los lectores españoles se lo pierden.

      Bromeaba con la confesión y el psicoanálisis, aunque no creo en ninguna de las dos cosas ni las practico. Me estaba riendo mientras escribía, pero eso no se veía, claro, (y a Dios pongo por testigo, que decía Escarlata O'Hara, de que nunca recurriré a emoticones horrorosos y más simples que el mecanismo de un chupete). En consecuencia, si no se notaba la sonrisa es que el escrito torpe era el mío.
      No creo ni poco ni mucho que "tus escritos" sean torpes, eso que quede claro.
      Y, en nombre de todos los trujamaneros, agradezco que leas El trujamán.

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