jueves, 19 de mayo de 2016

Superluna, aunque sea un poco a destiempo


Anticipamos a nuestra habitual recopilación lingüística finisemanal el comentario de la palabra seleccionada para el "martes neológico" del Centro Virtual Cervantes porque tiene su intríngulis astronómico.

El término elegido ha sido superluna, la palabra creada en 1979 por el astrólogo Richard Nolle para denominar los plenilunios y novilunios que se producen cuando el satélite que nos órbita está más próximo a la Tierra en el curso de la trayectoria elíptica que repite cada veintisiete días y pico (más exactamente 27,32, que es el llamado mes sidéreo). Y no deje que la habitual distorsión de escala que, por razones prácticas, suele hacerse en los gráficos, le haga olvidar que la distancia media Tierra-Luna es de unos 31 diámetros terrestres, poco más de un "segundo-luz".



Nolle estableció arbitrariamente en un 10% el límite máximo de alejamiento del llamado perigeo para hablar de superluna y en la práctica se ha desechado la aplicación del término a las invisibles lunas nuevas. Así que ha quedado reservado para las llenas que, en esas condiciones de máxima proximidad al observador terrestre, son particularmente grandes y brillantes.

Pero no olviden que lo que realmente provoca la observación de lunas de tamaño espectacular, es la refracción de la atmósfera terrestre que se acrecienta cuanto más próximo está el astro al horizonte. El cambio de tamaño derivado exclusivamente de la proximidad del satélite "tan solo" es el que se muestra en la siguiente imagen comparativa entre el máximo y el mínimo.


El origen astrológico de la superluna se debe a que los seguidores de tales teorías asocian la citada conjunción astral con una mayor incidencia de fenómenos naturales como erupciones volcánicas, huracanes o terremotos. Nada que haya corroborado la ciencia que sí explica, en cambio, la amplitud de las mareas llamadas de sizigia por la mayor intensidad gravitatoria derivada de la citada proximidad. Pura Ley de la Gravitación Universal.

Sizigia es el término astronómico que da nombre a las conjunciones y oposiciones de la Luna con el Sol en las que se producen las lunas nuevas y llenas. Así que, dicho con terminología precisa, 'las superlunas se producen en las sizigias en las que la Luna está a no más de un 10% del perigeo de su órbita'. Y no habría estado de más que ese término derivado del griego syzygos (juntos o uncidos)  hubiera hecho aparición en un artículo lingüístico sobre tan vistosos plenilunios.

El fenómeno de la superluna no es tan raro y, de hecho, 2016 tendrá seis en sentido amplio, es decir, entre nuevas y llenas. La última, que al igual que las dos anteriores fue del primer tipo, tuvo lugar el pasado 6 de mayo, pero como hemos quedado en que el término ha quedado reservado de facto para los plenilunios, el artículo del pasado martes habría agradecido un poco de paciencia. Y es que bien podrían haber esperado al mes de octubre en el que, concretamente el día 16, tendrá lugar una superluna llena. Y ese último trimestre aún habrá otras dos más los días 14 de noviembre y diciembre.

Un detalle que habitualmente se les escapa a quienes carecen de una mínima formación astronómica (lo que, dada la aversión de los planes de estudio estas cuestiones, es la inmensa mayoría), es que la Luna no rota en torno a la Tierra en el mismo plano que esta lo hace respecto al Sol, sino en otro que tiene una inclinación variable de algo más de 5 grados. Si las dos órbitas hubieran sido coplanarias tendríamos eclipses tanto de Sol como de Luna todos los meses. A ver si el siguiente gráfico lo aclara un poco:



Para más complicación, el eje que une perigeo y apogeo va rotando respecto al Sol en un ciclo de casi 9 años. Si no fuera así, las fechas de estos fenómenos no variarían de un año a otro. Es entretenida la astronomía.

Tal y como nos recuerda el artículo del CVC cuando la superluna coincide con un eclipse "la belleza de las imágenes aumenta exponencialmente, puesto que cuando la luna entra en la zona de sombra proyectada por la tierra, no queda completamente oscura o fuera de visión, sino que adquiere un color rojizo. Este fenómeno da lugar a la llamada luna de sangre o luna roja, formas que constituyen también neologismos lexicográficos de los que hablaremos en otra ocasión". A ver si entonces ajustan un poco más el calendario.

Las imágenes ya las añadimos nosotros. La primera tomada el pasado 28 de setiembre desde Munich (enlace a la foto original). Y debajo el ya citado efecto de la proximidad al horizonte en una imagen de la NASA (enlace al original) tomada en Washington con motivo de la superluna del 19 de marzo de 2011.





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