jueves, 17 de marzo de 2016

Animales que prestan su nombre (XI): unos bueyes un poco escondidos


Tenemos algo abandonada la serie dedicada a la presencia de los animales en el lenguaje y todavía nos quedan unas cuantas cosas dignas de ser comentadas. Si en el último apunte de ese hilo (este) hacíamos referencia a los animales cuya presencia en las palabras no es fácil de adivinar puede resultar apropiado continuarlo con hecatombe.

En griego clásico esa palabra literalmente significa cien (hekatón) bueyes (bous) y procede de las festividades llamadas hecatombeas en las que la cuantía de los animales sacrificados era bastante variable. En la Ilíada se narra una de doce bueyes y otra de cincuenta carneros, mientras que en la Odisea se describe el sacrifico de ochenta y un bueyes. A fin de cuentas también los decanos lideran colectivos mucho mayores que los diez monjes que dirigían quienes desempeñaban ese cargo en los monasterios medievales. Un caso que como se ve discurre en sentido inverso y es el significado etimológico el que ha ido quedándose muy corto respecto a la realidad.


En el Partenón está representada una procesión de bueyes camino del sacrificio para una celebración Panatenea, aunque su conservación es bastante deficiente. Junto a estas líneas puede verse el bloque XLIV del friso sur que se atribuye a Fidias y forma parte de la polémica colección del Museo Británico. Debajo hemos colocado un croquis de su ubicación seguido del apunte del natural realizado en el siglo XIX por el historiador alemán Jakob Falke. Ya se ve como algunos de esos grandes bóvidos intuían que no les esperaba nada bueno.




El buey también está presente en la poco utilizada palabra bustrofedon que, aparte de la llana, admite las formas aguda y esdrújula. Se denomina así la escritura empleada en la antigua Grecia consistente en trazar un renglón de izquierda a derecha para continuar el siguiente de derecha a izquierda. Se describe así una ruta como la que trazan los bueyes al arar un campo.

Esta es una palabra que nos llega a través de la adaptación latina boustrophēdon del término griego boustrophēdón (βουστροφηδόν). Este se compone de la tripleta boûs (βοῦς, 'buey'), stréphein (στρέφειν, 'dar la vuelta') y -dón (-δόν, 'a la manera de'). Adjuntamos un ejemplo facilito porque reproduce un texto que acaban de leer, pero ya verán que requiere entrenamiento:



La palabra bulimia también nos llega a través del latín que la tomó del griego boulīmia (βουλῑμια). Un término compuesto de bous (βούς, ‘buey’) y līmos (λῑμος, ‘hambre’), por lo que literalmente significa ‘hambre de buey’. La enfermedad denominada bulimia nerviosa fue descrita por primera vez en 1979 por el psiquiatra británico Gerald Russell que fue quien le dio tan expresivo nombre.


Y llamamos ojos de buey (que en inglés los son de toro, bull´s-eye) a las ventanas circulares tan características de la construcción naval. Pero lo que resulta mucho menos evidente es la presencia de esos ojos en el nombre del pez conocido como bogaY es que su denominación procede del latín boca formado a partir de las palabras griegas bôka (βῶκα, acusativo de βῶξ, bôx, derivado de βοῦς, boûs, 'buey') y ṓps (ὤψ, 'ojo'). Dejó escrito Sebastián de Covarrubias que “es un pescado muy conocido de todos; algunos le llaman boops que quiere decir ojos de buey, porque tiene los ojos grandes”. De hecho, Boops boops es su nombre científico. Les dejamos en compañía de uno de estos ojazos.

Una boga, el pez de los ojitos de buey. No solo las por aquí llamadas
ñoclas están emparentadas con los bueyes entre los animales marinos



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