jueves, 17 de diciembre de 2015

El manifiestamente mejorable proceso del voto por correo


La bastante desacertada elección de una fecha ya muy navideña para celebrar las elecciones generales seguramente está detrás de una parte del aumento de las solicitudes de voto por correo. Las casi 800.000 registradas superan en mas de un 14% a las de las elecciones de 2011 cuando el censo electoral tan solo se ha incrementado un 2%. Ello ha forzado a la Junta Electoral a prorrogar, en lo poco que es posible, los plazos inicialmente establecidos y, aun así, hay mas quejas de las habituales sobre la imposibilidad de votar por ese medio.

Pero hoy queremos fijarnos en la irracionalidad de una normativa que propicia el atasco de unas oficinas de Correos que cuando menos hay que visitar dos veces y en muchos casos tres. Y ello es así porque, salvo enfermedad justificada y consiguiente apoderamiento notarial de un tercero, un elector debe hacer lo siguiente:

1.-Solicitar personalmente el voto en una oficina de Correos.

Increíble que cuando nuestros gobernantes presumen de la cantidad de trámites que pueden hacerse por internet, este tan sencillo aun no sea posible.

Cierto es que el hecho de que la solicitud anule la posibilidad de votar personalmente obliga a tomar ciertas cautelas, pero trámites mas delicados se hacen por internet incluso sin certificado de usuario. A ver si alguien pone interés en sacar partido de una vez al dni electrónico.

Adicionalmente, ¿dónde deja esto la expectativa de poder votar telemáticamente? Nos da que la cosa no lleva camino de ocurrir antes de una década.



2.-Recepcionar personalmente la documentación en la dirección solicitada.

Un incomprensible requisito cuando se entregan a personas distintas del interesado todo tipo de notificaciones, desde multas a citaciones judiciales. Pues los que no estén de guardia en la dirección solicitada cuando tenga a bien visitarlas el cartero, nueva visita a Correos.



3.-Realizar, no necesariamente de forma personal, el envío certificado del voto.

Para esto hay que ir necesariamente a Correos, pero ya puede hacerlo una persona distinta del votante. Así que precisamente cuando es mas importante comprobar que quien entrega el voto es el interesado para así garantizar al máximo que el envío certificado contiene su voluntad, se obvia esa importante comprobación.

De paso, si alguno de los diseñadores de los envíos se diera una vuelta por alguna oficina de Correos podría comprobar la enorme cantidad de gente que intenta realizar el trámite sin adjuntar el correspondiente formulario de certificado debidamente cumplimentado. Así que toca rellenarlo intentando no perder el turno con el consiguiente lío en las ventanillas. A ver si alguien discurre incluir un ejemplar de esos formularios en el envío electoral advirtiendo sobre la necesidad de presentarlo cumplimentado.


Como se ve, estamos ante una normativa que tras su aparente garantismo no impide el pasteleo de ciertos votos. Imaginen la posible escena en la residencia de ancianos de turno: Doña Electorañosa Pelinchocha Oquizaunpocomas, deme el voto que ya se lo llevo yo a Correos. Que menudo frío pasó cuando tuvo que ir a solicitarlo y encima luego tuvo que levantarse luego de la siesta para firmarle a la cartera la entrega de la documentación.

Y lo que no hemos encontrado es ningún programa electoral que proponga la reconducción del proceso a una secuencia lógica:

  • -  Habilitar la solicitud telemática con cautelas de autenticación similares a las requeridas para enviar datos fiscales.
  • -  Entrega en el domicilio señalado con los mismos requisitos que cualquier otro certificado.
  • -  Obligación de certificar el envío personalmente salvo en casos de imposibilidad manifiesta.

Con ello, en la mayor parte de los casos el asunto se saldaría con una sola visita a Correos con el consiguiente desatasco de las mismas y una sensible disminución de las molestias ocasionadas a los electores que pretendan ejercer este derecho.

Ya se ve que el rediseño del proceso no requiere ninguna genialidad, pero parece que nuestros diputados están muy atareados vendiendo informes sobre variopintas cuestiones de acuerdo con autorizaciones inexplicablemente injustificadamente convalidadas por los órganos de gobierno de las Cortes.

En cuanto al llamado "voto rogado", qué feo eso de que haya que rogar el voto, que está sujeto a un procedimiento que consiguió que en las últimas Elecciones Generales votara menos del 5% del censo exterior, ya ni hablamos. Al menos en esto parece que sí hay una cierta percepción por parte de la clase política de la necesidad de reconducir la desastrosa reforma pactada en 2011 por PP, Psoe y CiU. Para algo que pactan, menudos resultados.




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