martes, 17 de noviembre de 2015

Animales que prestan su nombre (VII): incluso a otros animales



Una interesante categoría de zoónimos es la integrada por los derivados de nombres de otros animales. Repasemos algunos ejemplos:

- el hipopótamo es etimológicamente un caballo de río (ίππος, híppos, caballo, y ίππος, potamós, río)

- el hipocampo es un caballo sinuoso, del griego kampê (kάμπη). No es raro encontrar etimologías que lo emparentan con el monstruo de la mitología griega Campe con quien comparte raíz lingüística. Pero nos cuesta ver un monstruo en tan pequeño animal que ya hemos visto como hasta ha dado nombre a una región del cerebro.

- el murciélago es un ratón ciego. En origen murcgalo, del latín mus, muris 'ratón' y caecŭlus, diminutivo de caecus 'ciego', posteriormente convertido por metátesis en murciélago.

- el camaleón es un león que va pegado al suelo puesto que el griego χαμαί, chamaí, significa 'en el suelo'.

- el leopardo es un léon-pantera (el griego πάρδος pardos es pantera). Anotemos que el español no es un idioma especialmente proclive a propiciar la integración de diversos animales en una sola palabra, pero la combinación de dos palabras no es infrecuente como ocurre en el tiburón tigre, el pez loro o el oso hormiguero cuyo nombre da pie a un conocido chiste. Un mamífero, por cierto, cuyo suborden vermilingua significa "lengua (con forma) de gusano" lo que le relaciona lingüísticamente con un tercer ser vivo.


Las preferencias predatorias están detrás del nombre de algunos otros animales como ocurre con los perros llamados lebreles (del francés lévrier) cuya variedad ibérica es el galgoLebrel irlandés es el nombre que a veces se da al mejor llamado lobero irlandés porque es el lobo el que caracteriza el nombre inglés (irish wolf hound) de la raza canina de mayor talla. En el caso de los perdigueros es el adiestramiento en el cobrado de las perdices lo que les ha dado su nombre. 

- el avestruz es un pleonástico ave-camello-gorrión puesto que se trata de una palabra resultante de componer ave con el arcaico estruz. Esta última es la adaptación castellana de la voz provenzal estrutz que procede del latín struthĭo cuyo origen es, a su vez, el griego στρουθίων, -ωνος, abreviación de στρουθοχάμηλος. Un término compuesto de στρουθός ‘gorrión’ y χάμηλος ‘camello’, o sea, un gorrión del tamaño de un camello (1).

Hasta los humanos hemos propiciado alguna denominación animal como ocurre con la del orangután (del malayo orang, ‘hombre’, y hūtan, ‘bosque’ o ‘salvaje’; por tanto, ‘hombre de los bosques’).

Este último ejemplo nos recuerda que tampoco es raro que los idiomas recurran a préstamos extranjeros para referirse a las criaturas que no comparten hábitat con los correspondientes hablantes. Los ejemplos también son numerosos, aunque quizá no tanto como en el caso anterior. Citaremos manatí (que en lengua caribe quiere decir "con tetas"), okapi (llegado a través del inglés de lengua congolesa mvuba), kiwi (maorí), canguro (a través del inglés kangaroo que fue como James Cook adaptó la voz ga nurru de la lengua aborigen australiana guugu yimidhirr), pangolín (del malayo penggóling a través del inglés pangolin) o chimpancé (del bantú chimpenzi, a través del francés chimpanzé que, a su vez, lo tomó del inglés chimpanzee).


Pero vamos a fijarnos en el curioso origen de la palabra inglesa barnacle que ha dado lugar al vocablo español barnacla. Designamos con el mismo al ave que el Drae define como "ganso silvestre propio de los mares árticos”. Lo llamativo es que una pintoresca creencia dio pie a que en el idioma inglés esas aves compartan nombre con los percebes. 

En el medievo no eran bien conocidas las costumbres migratorias de las aves. Así que la ausencia de nidos y crías de estos gansos que se reproducen en latitudes muy septentrionales, dio pie a que alguna calenturienta mente los asociara con los percebes. Y es que hay quien quiso ver en las filamentosas placas de las uñas, alas en un estado de inicial desarrollo. Aunque más bien pudiera haber sido interesada asociación realizada por algún clérigo, porque convertida así esa carne en producto del mar esas suculentas aves podían ser consumidas durante la Cuaresma. Inocencio III puso fin a la trampa al aprovechar el IV Concilio de Letrán (1215-1216) para acabar con esa práctica. Y sin entrar a dilucidar el mecanismo de reproducción de las barnaclas, prohibió explícitamente su consumo en época de abstinencia en base a que vivían y se alimentaban como patos.


La extraña creencia aparece documentada en el libro Topographia Hibernica (Topografía de Iranda; enlace al extracto del texto en inglés con las observaciones sobre este asunto), escrito hacia 1188 por el clérigo Giraldus Cambrensis . Y parece que el error perduró hasta mas allá de la Edad Media.

Una interesante variante del mito está representada en el "árbol de las barnaclas" del bestiario Harley conservado en la Biblioteca Británica. Y es una imagen tomada de ese libro fechado entre 1230 y 1240 la que pone punto final a nuestro apunte de hoy.






(1) el camello también da a la jirafa su nombre latino que es camellopardus. De ahí la denominación científica giraffa camelopardalis que recibe el animal de cuello mas largo.



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