martes, 8 de septiembre de 2015

Animales que prestan su nombre (II)


Proseguimos esta serie iniciada la semana pasada con un vocablo caído en desuso. Nos referimos al que dan las proveedoras ballenas a las láminas córneas y elásticas de sus mandíbulas que fueron muy utilizadas para rigidizar vestimentas. 

Por contra, nunca faltan novedades que pujan por asentarse en el lenguaje. Tal es la utilización de pavos como sinónimo de euros, tras haber sido durante muchos años un sustitutivo del dólar. Una invención nacida en la mente de un inspirado doblador de películas que tradujo así el término inglés buck (ciervo) muy utilizado en Norteamérica para referirse a su moneda. Peligrosa polisemia multidivisa, porque no valen lo mismo euro y dólar.

Metidos en aves, continuamos con el gallo que, aparte de ser un término aplicado a personas caracterizadas por su jactancia, es la denominación de algunas otras cosas, entre las que vamos a recordar la nota musical falsa emitida por quien canta. Así es que, 
ante algún joven que sufre un fallo en su fonación, cabe decir que el pollo soltó un gallo.

El que está bastante escondido es el gallo de la palabra coqueto, que procede del francés coquet. Y este no es sino un diminutivo de la denominación que en el vecino país dan a esa ave (coq).

El femenino de pollo es malsonante en España, una de tantas metáforas aplicadas al pene, mientras que en gran parte de Hispanoamérica designa una apuesta, para sorpresa de los visitantes ibéricos. Pero este, que es el significado más antiguo, ya utilizado por Cervantes, no tiene origen en el nombre del ave. Son meros homónimos.

Añadamos que el inglés nos ha colocado su denominación de la cola del gallo en la palabra cóctel con que hemos españolizado su cocktail. Lo que no está nada claro es el por qué de ese nombre, un asunto sobre el que pueden encontrase un montón de versiones diferentes (aquí tienen unas cuantas).

Aunque habíamos quedado en evitar las denominaciones compuestas, una vez que se nos ha colado cóctel, no podemos evitar hace referencia otro préstamo extranjero como es pedigrí que, en última instancia, es un término procedente del francés pied de grue (pata de grulla). Un origen basado en la semejanza de formas entre las genealogías y las patas de la grulla.


Pato se llama por metonimia al juego argentino en el que dos equipos de cuatro jinetes (significativo detalle que olvida nuestro diccionario) pugnan por introducir en un aro una peculiar pelota de seis asas. Esta es la que da nombre a esa competencia porque ese animal introducido en una bolsa de la que tan solo asomaba la cabeza era lo que realmente se encestaba cuando comenzó a ser practicado por los gauchos en el siglo XIX. Y ello con una brutalidad que llevó a que su práctica llegara a estar prohibida (más detalles). Y cCabe añadir que en algunos países americanos también se da el nombre de ese palmípedo a la botella utilizada para recoger la orina del hombre que guarda cama.

Pájaro es uno de esos descriptores personales que hemos decido dejar fuera de estos apuntes, pero pájara es un asentado término ciclista con el que se denomina un desfallecimiento. La pajarita es, en cambio, tanto figura de papel como un tipo de corbata. En masculino es eufemismo para referirse al pene que no está recogido en el Drae, mientras que en el golf es de uso obligatorio el anglicismo crudo birdie que se aplica a la acción de embocar con un golpe menos del llamado par. También son aves las que dan nombre a las aún mejores jugadas llamadas eagle (-2) y albatross (-3). Al menos este último es homófono en español.

Paloma es en Venezuela una de tantas formas de referirse al pene,  además de ave colaboradora en el asunto que nos ocupa con varios diminutivos. Palomino es nombre de uva que hay quien entronca con el del de caballero de Alfonso X Fernán Ibáñez Palomino, pero también eufemística denominación de una fea mancha, aunque es acepción que va cayendo en desuso.

Palometa es denominación alternativa de la malsonante japuta y, también, de un tipo de armazón triangular, alternativamente conocido como chapera, que bien puede fijarse con palomillas. Así se denominan las tuercas con dos extensiones laterales a modo de alas que facilitan el apretado con los desnudos dedos. También llamamos así al aguardiente de anís rebajado con agua, aunque creemos que son más quienes la denominan palomita. Esta última palabra, aparte de dar nombre a las más adornadas acciones de los porteros de fútbol (1), también es utilizada para designar el popular aperitivo elaborado tostando granos de maíz hasta que revientan con tan características como variadas formas. Sus muy diversas denominaciones alternativas están ampliamente documentadas en la Wikipedia.

Otro aperitivo con nombre animal son los gusanitos, una marca registrada de la empresa Risi que se ha convertido en denominación genérica. Por ello rotula sus bolsas con la indicación "los auténticos", mientras la competencia tiene que conformarse con recurrir a nombres terminados en ito: Jojitos, Chimbitos, Grefusitos o Super Manchitos (aunque hay algunos desmarques de esa norma como Rufinos y Maxfinos). No se acostumbren a matar el gusanillo a base de gusanitos porque que son muy calóricos.

Volvemos al mar en el que comenzábamos, aunque no vamos a extendernos con los abundantes términos marinos que cabría traer a esta serie, porque muchos son de escaso uso, no digamos ya en el lenguaje coloquial. Entre ellos también se incluye alguna paloma, hay que ver cómo cunde el nombre de este ave con sus derivados, pero vamos a solventar ese campo semántico con una mera referencia a la vela cangreja de características formas trapezoidales. Y la verga de pico que la soporta también recibe ese mismo nombre, suponemos que por formar con la botavara un conjunto que recuerda las pinzas de los cangrejos y que, como en estos, se proyecta en sentido contrario a la marcha. El que vamos a dejar para otro día es el uso que da la medicina de la denominación latina de esos decápodos.

Delfín es, junto con León, uno de los pocos nombres de animal utilizados como propios de persona. También es el título que tradicionalmente utilizaron los herederos del trono de Francia, que procede de la presencia de ese mamífero marino en el escudo del Señorío de Vienne. 

Transitamos hacia las aguas dulces con recordatorio de que el salmón es uno de los pocos animales que da nombre a un color. Otro es la sepia y, si metemos en danza idiomas extranjeros, también encontramos el sable, denominación heráldica del negro que procede del nombre francés de la marta cebellina. Por extensión, el salmón también sirve para denominar a la prensa financiera que ha convertido ese color en seña de identidad.

Trucho es un argentinismo recogido en el Drae con el significado de falso. Pero en España es término privativo de la jerga publicitaria, que lo utiliza para designar las piezas creativas que no acaban incorporadas a las campañas. Algo así como las tomas falsas. El uso con el sentido de fraudulento parece que se popularizó a partir de un juego de palabras realizado en los años ochenta por el locutor radiofónico argentino Lalo Mir. El motivo fue un episodio de mortandad de peces ocurrida en algunos ríos de su país que condujo a que conminara a los funcionarios responsables a que dieran la "trucha", tradicional denominación de la cara en lunfardo, porque en otro caso serían unos "truchos" (por más que esa concreta especie piscícola parece que no estuvo entre las afectadas por aquel suceso). Con todo, la palabra tenía uso anterior que podría proceder de las falsificaciones de los documentos de identidad realizadas cambiando la foto de la “trucha”.

Un mono es, aparte de un simio y una prenda de trabajo, un dibujo poco elaborado. Y, también, un descriptor de aquello que nos parece bonito y gracioso, aunque nada de ello tenga el síndrome de abstinencia así denominado. Según nuestros académicos el nombre del animal procede de la haplología (supresión de fonemas) de maimón, que es un sinónimo de mico, voz esta última tomada de los indios cumanagotas, ¡qué pasada de nombre!, para dar nombre a unos monos de cola larga. Se nos hace un tanto rebuscado, pero será. Y si entramos en palabras compuestas encontramos los muy taurinos monosabios sobre los que pueden leer algo más aquí.


Precisamente, la economía del lenguaje provoca en ocasiones la supresión de algunos de los términos de las denominaciones compuestas que, en general, hemos decidido excluir de este repaso. Así es que en la época de los carburadores no era raro que el mecánico te hablara de un problema en la mariposa, omitiendo especificar que se trataba de una válvula. Y bien sabido es que ese lepidóptero asimismo da nombre a un espectacular estilo de natación.

Seguimos con mecanismos, para topar en el lenguaje del cine y la televisión con el término jirafa. El utilizado para designar el dispositivo que permite situar micrófonos móviles por encima del plano de filmación. Y un blog llamado Vetustideces difícilmente puede omitir añadir que ese es también el apelativo de un conocido edificio de nuestro querido Oviedo 
que, sin embargo, no llega a las veinte plantas. Cosas de la España de comienzos de los cincuenta que ya hemos tratado en un antiguo apunte. Tendremos que ir pensando en hacer una entrada sobre nombres propios y apelativos de inspiración animal como el Ratón de Guetaria o la santanderina playa de 'El Camello'.

Volvemos con la grulla (en latín grus, gruis), que ya hemos encontrado en pedigrí, porque también está, por analogía con sus formas, en el origen del nombre que damos a las grúas. Otros idiomas romances van más allá y se sirven exactamente de la misma palabra para el ave y la máquina (francés grue e italiano gru). Una polisemia que comparte el término inglés crane.

Menos evidente es la relación entre las grullas y los geranios, pero lo cierto es que estos reciben su nombre de aquellas. El origen está en la semejanza de las formas de los capullos de la planta con el pico de una grulla, un ave que en latín es geranium, denominación derivada del griego geranos. El inglés moderno es más explícito y llama a esa planta cranebill, mientras que el arándono rojo, cranberry, en ese idioma es literalmente la "baya de la grulla".

Pero la cosa va más allá, porque en 1789 el botánico Charles L’Héritier decidió dividir en tres, en función del número de estambres, el demasiado extenso género geranium. Y tuvo la brillante idea de recurrir para las nuevas categorías creadas a las un punto semejantes grullas, garzas y cigüeñas. Así nacieron los géneros erodium y pelargonium a partir de la latinización de los nombres de esas aves que en griego clásico son erodíos y pelargós.

La última denominación no les será muy ajena, porque Nestlé también recurrió a ella para dar el nombre de Pelargón a la primera leche infantil que se comercializó en España a partir de 1944. Un término recogido en el Drae con el significado genérico de "leche en polvo para consumo infantil".

En el caso del llamado cigüeñal, palabra derivada que incluimos como excepción, ya en las Etimologías de San Isidoro (XX.15.3) se incluye una referencia al repasar los aparejos de la huerta explicando que «a aquel artilugio los hispanos le dan la denominación de “cigüeña” [ciconia], porque se asemeja al ave de tal nombre, que levantan y bajan la cabeza mientras emiten su característico sonido» (esta cita y la siguiente proceden de un recomendable Rinconete de José Miguel Lorenzo Arribas).

 Pintura de un cigoñal o shaduf en una tumba
 de Deir-el-Medina (Tebas)
La descrita es una máquina que se utilizaba para extraer agua de los pozos ya en el antiguo Egipto. Su denominación evolucionó hacia la forma cigoñal que ya aparece registrada en el "Universal vocabulario en latín y en romance" (1490) de Alfonso de Palencia que dice que «los de España llaman ciconia o cigoñal al palo luengo con que en las huertas sacan aguas de los pozos».

Con la evolución tecnológica, el castellano dio en aplicar esa denominación a los ejes acodados que sirven para transformar un movimiento de vaivén en rotación, el llamado mecanismo biela-manivela. Una etimología que, hasta donde conocemos, no comparte ese dispositivo en ningún otro de los grandes idiomas.

Son en cambio múltiples las lenguas (como el francés con chenille, el inglés con caterpillar o el portugués con lagarta) que recurren a la analogía con las orugas para dar nombre a las cadenas articuladas sin fin que permiten a los vehículos equipados con ellas avanzar por terrenos escabrosos.

Un último mecanismo que no podemos olvidar es el gato, pero no tenemos del todo clara su conexión con el felino, probablemente derivada del instrumento de carpintería dotado de garras como las del animal. Seguiremos indagando mientras preparamos una entrada sobre denominaciones derivadas donde no faltará gatera.

Cerramos con la que ya es toda una máquina, el enfriador más o menos portátil que llamamos pingüino. Pero no olvidemos que estos animales también sirven para dar nombre al frac, una prenda de máxima gala cuyo escasísimo uso actual está propiciando la traslación de esa denominación al un punto menos formal chaqué.

Avisamos que aún nos quedan más animalitos para la semana próxima.



(1) Recordemos que hay otro animal con uso futbolístico: el escorpión. Un espectacular "invento" del portero colombiano René Higuita.




No hay comentarios:

Publicar un comentario