viernes, 28 de agosto de 2015

Vargas vs. Llosa


No es fácil ser coherente. Bien lo sabe cualquier agraciado por la lotería que se haya pasado la vida pidiendo mas impuestos para el capital hasta que un súbito ataque de comprensión, una nadería lo de San Pablo por mucha caída de caballo que comportara, le hace ver que eso de la progresividad no está tan claro. Pueden sustituir lotería por disco o libro de éxito e incluso por contrato para, por ejemplo, rodar alguna película.


Y qué decir cuando entra en juego la pulsión que te engancha a una reina del couché cuando has llenado decenas de folios criticando esa cultura del papel mejor satinado. Joía es la vida.

Pero ahí tenemos a D. Mario Vargas Llosa, uno de los mas lúcidos premios Nobel de la historia, demostrándonos que hasta las mentes mas brillantes necesitan sobrevivir en un soporte corporal que apremia cada día con sus propias necesidades.

Lo peor de todo esto es que cuando un sabio apunta a la luna son muchos, y en esta España de Telecinco cada vez mas, los que miran al dedo. Así que no verán en esas tertulias televisivas mucho debate sobre las mas que interesantes reflexiones del intelectual peruano sobre la cultura del espectáculo en que vivimos inmersos. Pero pocas han dejado de hacerse eco de su ciertamente poco brillante carta de protesta a The New York Times. Cuan desperdiciada ocasión para la ironía. Y menuda muestra de lo inadecuado que resulta ponerse a escribir cabreado, aunque sea quejándose con toda justicia de la impropia mezcla de sus mas recientes vicisitudes personales con una crítica literaria. Somos nuestra circunstancia, Ortega dixit, “ma non troppo”.

Y entretanto que atronadores silencios sobre las bolivarianas imágenes, ¡menuda desgracia la de D. Simón!, que nos llegan de la frontera colombianovenezolana o ya entrando en lo anecdótico, pero muy significativo, de ese impresentable que gobierna Bolivia (un enlace por si hubieran estado despistados en este vacacional período y de propina otra acción que retrata la catadura del personaje).

Cuantos estómagos agradecidos, cuantas mentes sectarias.

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