martes, 3 de febrero de 2015

A la izquierda del ring 4+1, en la esquina opuesta 3+2


Y en medio la desorientada y, por ello, manipulable comunidad estudiantil.

Nos atrevemos a decir que el 99% de los ciudadanos no tiene ni la más remota idea de si es preferible que los estudios superiores sigan un esquema de 4+1 o 3+2. Lo malo es que, a pesar de ello, no son pocos quienes se permiten tener una opinión (nos viene a la mente eso que dice Savater de que "el populismo es la democracia para perezosos mentales"). Buen asunto, pues, para un debate sosegado donde se expongan los diferentes puntos de vista. A ver si alguna televisión se anima entre paquirrinada y estebanada.

Pero, desgraciadamente, parece que va a ser que no. Ya se ha visto el rápido cierre de filas que se ha producido en el ruidoso pelotón de opositores al cambio, curiosamente integrado por tantos que llegaron a la poltrona subidos al lema “por el cambio”, evidentemente entendido como un quítate tú para que me ponga yo. Ahí tienen, por ejemplo, al rector Carrillo en El País de ayer dejando patente que lo tiene todo muy claro, salvo como sacar a la Universidad Complutense de la mediocridad en que ha caído.

Pero, ¿qué honradez intelectual podemos atribuir a quien recurre a un “Alemania está debatiendo la posibilidad de establecer cuatro años para el grado" para evitar reconocer que una abrumadora mayoría de países europeos imparten grados de tres años? Leemos por ahí que España forma junto con Chipre, Turquía y Eslovenia el grupo de los que optaron por el 4+1, pero no tenemos claro que sea del todo exacto ¡Información clara y fidedigna, por favor! Y todo esto cuando la reforma propuesta por el ministro metepatas, que para una vez que va camino de acertar miren la que le arman, símplemente aboga por permitir la coexistencia de ambas teorías. ¿Cómo era aquello de la libertad?

¿Y si dejáramos que se imponga el sistema que en esa coexistencia  demuestre ser mejor?

Improbable, porque la “Complu” & asociados saben un montón sobre perder a ese juego.





P.S.- Algunas de las furibundas reacciones a la propuesta de Wert nos han recordado aquel chiste de la señora que intercede ante su muy anticlerical marido para que recogiera a un cura que hacía autoestop bajo la lluvia. El conductor accede a condición de que su mujer advierta al sacerdote de que se abstenga de realizar cualquier comentario que pueda ofender sus convicciones. Así que pasado un larguísimo tiempo de incómodo silencio, el sacerdote acaba por soltar un suspirativo "¡pues sí!", inmediatamente replicado con un “¡pues no! y como el coche es mío usted se baja”. Pues eso.


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