viernes, 22 de agosto de 2014

Cuando el alma mater se te cae (literalmente) a los pies


Un pasado apunte desvelaba que andamos por Santander cuya universidad es, además, el alma máter de quien escribe. El caso es que sucumbimos a la tentación de recordar viejos tiempos dando una vuelta por sus muy ampliadas instalaciones y fuimos a topar con el conjunto que sigue:
 


Una oportuna placa explica que el gigante es una bomba de gas que prestó servicio, ininterrumpidamente se matiza (ya será menos), desde 1908 a 1992. No deja de tener su guasa que, con quedar implícito que quien aporta la pieza es la empresa Solvay, no se mencione directivo alguno del auténtico benefactor mientras que el único nombre que consta en la placa es el del broker que la recibió con una mano y la cedió con la otra a la Universidad. No es aparejo que pueda tenerse guardado en un armario entretanto. ¡Qué egos, señor!

No dejen de reparar en que en aquel entonces, ya el año 1994, el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Santander todavía agrupaba, además de a los ingenieros cántabros, a los residentes en las limítrofes provincias de Burgos y Palencia. Pequeñas curiosidades de la forja de la España de las Autonomías.


Colocada junto al gigantón nos da escala una apisonadora que otra placa, esta ya emitida al portador, nos recuerda que también es una donación realizada al año siguiente a la propia Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales y Telecomunicación. Ejemplo de la industria montañesa se dice, curioso que en aquellos años no se escribiera cántabra, información que corrobora la cada vez menos legible inscripción “Talleres del Astillero. Santander. Pat. Albaret” (o sea, manufactura local con tecnología de un reconocido fabricante francés que fue absorbido por Caterpillar en 1988, les aclaramos nosotros).


Done usted una interesante pieza de la hoy tan valorada arqueología industrial para que la traten así. Ni una manita de pintura desde su cesión con lo que los efectos del salino ambiente santanderino han sido devastadores. Quizá ya vaya entendiéndose el título de hoy, porque no pudimos descartar que algún trozo de este elemento patrimonial de la Universidad de Cantabria se nos viniera encima en un momento dado. Les mostramos unos detalles adicionales para que comprueben que nos son aprensiones nuestras. 



¿Simple desidia? O quizá una metáfora de lo que pueden llegar a hacer nuestras universidades con otras cosas que se les encomiendan, hijos incluidos.

Completa el conjunto expositivo un carretón que los ferroviarios prefieren llamar bogie y el diccionario recoge como boje. En este ya decidieron ahorrarse el bronce de una placa porque claramente no es pieza tan singular. Ya se ve en la adjunta imagen que no hace mal macetero, así que auguramos a este elemento una existencia mas longeva que a la compactadora ya inexorablemente destinada al achatarramiento. Las eutanasias industriales rápidas, por favor. Aun así, la colonización por vistosos líquenes nos invita a pensar si este dispositivo ferroviario no estaría mejor ubicado en algún centro vinculado a la biología. 



Qué tristes y preocupados nos hemos vuelto para casa.




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