domingo, 29 de junio de 2014

Teníamos un final alternativo


Dábamos fin al apunte de ayer con una amable portada de  Sidney Delavante que es una buena muestra de los grandes tiempos que vivió la ilustración en la primera mitad del siglo pasado. No es la única cubierta que se ha ocupado del asunto, como ilustra el adjunto ejemplo tomado de la desaparecida publicación británica John Bull (febrero 1954).

Pero lo que hoy queremos confesarles es que tuvimos en mente utilizar como remate una imagen de carácter radicalmente contrario, sin duda mucho más en línea con la moral de nuestro tiempo, donde no espanta la satisfacción de los deseos a cualquier precio. Finalmente no lo hicimos porque nos pareció un final excesivamente brusco. Aún así, no queremos privarles de esa otra visión de tan poliédrico asunto. A continuación les mostramos las dos versiones que conocemos de un cliché no exento de crudeza. No tenemos datos de quien pudiera ser el creador de la idea original ni de su seguidor, pero creemos que el orden cronológico correcto es el habitual de izquierda a derecha.


Vamos a complementar el que en otro caso sería excesivamente breve apunte, reforzando la colección de ejemplos de la fuerza comunicativa del calzado, especialmente cuando se trata de ilustrar cuestiones relacionadas con la moda. Para ello vamos a servirnos de media docena de portadas de nuestra dilecta “The New Yorker”, una campeona en el arte de convertir a los zapatos en los protagonistas de su imagen-reclamo.

Queremos llamar su atención sobre el hecho de que las tres cubiertas colocadas a la derecha son obra de la ilustradora valenciana Ana Juan, sobre cuyo prolífico trabajo para el semanario neoyorquino pueden leer mas en este enlace. Información adicional sobre su producción artística en este reportaje de El País.


Como expresivo punto final hemos escogido una portada de Vogue de octubre de 1950.







No hay comentarios:

Publicar un comentario