martes, 21 de enero de 2014

Rituales turísticos III: sobeteos


En la entrega precedente de esta serie, veíamos uno de los ritos que es tradición realizar en el punto del Puente Carlos de Praga en el que San Juan Nepomuceno fue arrojado al río Moldava (en checo Vltava). Pero el más popular de los asociados con esa atracción turística de la capital checa es invocar la suerte frotando los relieves del monumento dedicado a ese Santo (el único que es representado con aura de estrellas, porque según la tradición cinco surgieron del agua cuando su cuerpo entró en el río).

El monumento a San Juan Nepomudceno en el Puente Carlos y dos ejemplos de incorrecta ejecución del ritual asociado

Este es un buen ejemplo de como algunas tradiciones resultan desvirtuadas por las conductas imitativas propiciadas por la falta de correcta información. El ritual para atraer la buena suerte consiste en frotar la figura en la que el Santo aparece representado en el momento de ser arrojado desde el puente. Sin embargo, son mayoría quienes, desconocedores de este detalle, y guiados por la pulimentadora ignorancia de anteriores turistas, frotan el cuerpo de la reina que aparece forzada a contemplar la asesina escena. Típico error en cadena que se ha trasladado al otro friso en que el que aparece abrillantado es el can real que preside la escena en la que se representa la confesión que desencadenó el fatal episodio. No se empeñen porque carece de poderes taumatúrgicos conocidos.

La flecha roja del adjunto mapa señala el monumento de San Juan Nepomuceno y la amarilla el lugar por el que fue arrojado. El lugar marcado con la cruz arzobispal mostrada en la entrega anterior (al pie de una reja llena de candados). La flechas rojigualdas señalan la posición de los dos santos españoles que allí están representados: San Francisco Javier y San Vicente Ferrer. La web a la que conduce este enlace ofrece amplia información (en inglés, Ana) sobre este fantástico monumento.

Nos hemos adentrado, a través de Praga, en uno de los rituales supersticiosos más difundidos, cual es frotar monumentos en variado puntos que la subsecuente diferencia de lustre hace fácil identificar. Otro de los más famosos de Europa objeto de esta práctica es el ubicado cerca de la Grand Place de Bruselas en memoria de Everard ‘t Serclaes, el Señor de Cruyckembourg que en el siglo XIV comandó la liberación de la actual capital belga de manos de los flamencos en el curso de la Guerra de Secesión del Brabante (1356-57). Aunque la tradición dice que lo que hay que tocar para atraer la buena suerte es el brazo, nuevamente estamos ante un rito que muchos ejecutan incorrectamente, como bien atestigua el pulimento generalizado de la yacente figura.


La ciudad de Múnich también tiene un afamado ritual frotador que se ejecuta a las puertas del antiguo palacio de los monarcas bávaros, la Residenz. Los dos leones que flaquean la puerta sostienen unos escudos que se rematan en su parte inferior con caras, también de león, cuyos hocicos es costumbre tocar para atraer a la suerte.


Pero, posiblemente, el hocico más sobado de Europa, con permiso del perteneciente al perro de la estación moscovita de la Plaza de la Revolución, ya comentado al comienzo este hilo temático, sea el del jabalí representado en bronce junto a la logia del Mercado Nuevo de Florencia. Esta figura, desde 1998 una copia del original conservado en el Museo Bardini, es conocida como Il Porcelino (el cerdito) y fue realizada en 1634 por Pietro Tacca. El modelo fue una copia en mármol custodiada en la Galería Uffizi (ese sí conocido como el jabalí que es: “el cinghiali”) de una antigua escultura helenística que resultó destruida.


sumidero antirrobo de Il Porcelino
El ritual completo comprende la colocación de una moneda en la boca, que debe caer por la rejilla del sumidero de esta fuente. Pero son los menos quienes atienden esa fase de la interesada liturgia (el asunto de las monedas tendrá su propio capítulo en este serie).

Hay un buen número de copias de Il Porcelino repartidas por el mundo, hasta Nueva York tiene la suya en el Sutton Place Park próximo al Puente de Queensboro, pero la más popular posiblemente sea la donada en 1968 al Hospital de Sidney por la ciudadana florentina. Un detalle que permite que los turistas puedan reproducir el ritual en el hemisferio sur.

Porcelinos de Florencia y Sidney
Tratándose ya de humanos, el apéndice nasal también es objeto de tocamientos rituales en numerosas estatuas de todo el mundo. La nariz más frotada bien podría ser la del busto de Abraham Lincoln colocado frente a su monumento funerario en cementerio de Oak Ridge en Springfied (Illinois), un punto de peregrinación muy popular entre los ciudadanos estadounidenses.


Aun así la búsqueda de la suerte mediante el frotado de narices, es un ritual más estudiantil que turístico y tiene versiones locales en numerosos centros académicos. Sin salir de Estados Unidos podemos ilustrar esta práctica con ejemplos de MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) en la persona de su benefactor George Eastman (el fundador de Kodak), mientras que en la Universidad de Missouri es el medallón de David R. Francis quien soporta el ritual y en el caso de la Universidad de Maryland es una tortuga la encargada de repartir la suerte para los exámenes.

En los campus universitarios no solo se frotan narices. Otra parte del cuerpo que recibe especial atención son los pies, y así es que en universidades tan famosas como Harvard o Yale es costumbre practicada respectivamente en los de John Harvard y Theodore D. Woolsey.

El Primer Ministro vietnamita Phan Van Khai cumplimentando a John Harvard. A su lado escultura de Thedore D. Woolsey
Posiblemente la más turística de estas podológicas tradiciones universitarias sea la ejecutada sobre la estatua de Michel de Montaigne obra de Paul Landowski que está colocada frente a La Sorbona de París. La intensidad de las trastadas estudiantiles obligó a sustituir en 1989 la efigie inicial de piedra por otra del más resistente bronce. En este caso, el notable tráfico de visitantes foráneos facilita que esta costumbre haya saltado a la lista de rituales turísticos, por más que esos oficiantes, por lo general, no vayan a someterse a exámenes.

En España el zapato más sobado es el de la estatua de Maimónides realizada por Amadeo Ruiz Olmos en 1964 que está emplazada en la Plaza Tiberiades de la judería de Córdoba. Al autor de la "Guía de los perplejos" lo que hay que pedirle es sabiduría y no contingentes zarandajas.

Algunas creaciones escultóricas parecen expresamente diseñadas para favorece este tipo de rituales. Así ocurre con la representación de John Hume realizada en 1997 por el escultor Sandy Stoddar haciendo sobresalir los dedos del pie de una forma que es toda una provocación para los estudiantes de Edimburgo.


El tamaño quizá también resulte incitador, porque en Croacia el dedo del pie que atrae la suerte es el de la efigie de más de 6 metros de altura del obispo Gregorio de Nin (en croata Grgur Ninski) emplazada en la turística ciudad de Split.


En Estados Unidos los pies desnudos más tocados son los de las figuras aladas que flanquean el imponente mástil de la bandera de la Presa Hoover, una obra de ingeniería que es una de las mayores atracciones turísticas del Oeste de Estados Unidos. Recordemos que los estados ribereños de ese tramo del Río Colorado son Arizona y Nevada.


En el otro extremo del continente americano, el ritual para invocar la suerte antes de cruzar el Estrecho de Magallanes, pasa por tocar el dedo de uno de los indios que forma parte del monumento dedicado en Punta Arenas al navegante portugués. Pueden encontrar más detalles sobre esta tradición en el blog Animitas Chilenas.


También se invoca la suerte frotando dedos de las manos, tal y como ilustra el bruñido de los del monumento erigido en La Habana a su vagabundo más famoso, el gallego José Maria Lopez Lledín, más conocido como el Caballero de París. Este personaje está condenado a presenciar impotente como los turistas también acarician sus barbas, un gesto que podría interpretarse como un intento de mesarlas, arrancar los cabellos, lo que antiguamente era una grave ofensa.


En Rusia los dos dedos más sobados son, en el caso de  Moscú, los del actor cómico Evgeny Leonov (una estatua ¡con tatuajes! obra de Zurab Tsereteli en la que aparece representando uno de sus personajes más famosos, el criminal Docent de la película  “Dzhentelmeny Udachi”). Y en el de San Petersburgo, el índice derecho de la peculiar representación sedente de Pedro el Grande realizada por Michael Shemyakin que está ubicada en la Fortaleza de Pedro y Pablo.



En el caso de la estatua de Anonymus, el poco conocido autor de  la crónica sobre la historia de Hungría Gesta Hungarorum (Hechos de los húngaros), el papel del dedo es suplantado por el lápiz que sostiene en su mano esta enigmática figura. Hasta su emplazamiento en el patio del Castillo Vajdahunyad de Budapest acuden los escolares húngaros para recibir el don de convertirse en jóvenes estudiosos.

Como pintoresca rareza, que pocos turistas llegarán a practicar, vamos a incluir la asociada a la representación de los protagonistas de la comedia “Za Dvumya Zaytsamy” ( “Detrás de dos liebres”) del escritor ucraniano Mikhail Petrovich Staritsky (1840-1904) que está ubicada en la Andriivskiy Uzviz (Cuesta de San Andrés) de Kiev. En esa obra, el humilde peluquero Golohvastov acaba por no cazar ninguna de dos liebres que persiguió, ni la joven a la que amaba ni la rica Pronia Prokopovna a quien afectadamente reverencia en el bronce para besarle la mano. La mentira urdida por este farsante está simbolizada con un escarabajo, en concreto un ciervo volante, que aparece colocado en su frac y que la artificiosa leyenda (el monumento tan solo data de 1999) obliga a tocar mientras se formula un deseo. Ya se ve que cada vez hay que poner más inventiva en las historias ideadas para deleite de los turistas.


No podemos dejar de asomarnos al continente asiático, donde el rito de frotado más popular es el que tiene por objeto la barriga del que habitualmente es conocido como ”buda sonriente”, aunque la denominación de buda no es más que una corrupción de su nombre chino Bu-Dai  (literalmente “fardo de tela”, el que portaba este monje gordinflón llamado Hotei; una suerte de cuerno de la abundancia del que sería capaz de extraer todo tipo de cosas). Ese ritual no forma parte del canon budista, pero es extremadamente popular dada la proliferación de las representaciones del también llamado Mi Le Fo (amistoso) a quien una rama del budismo ha convertido en una manifestación del Buda Maitreya (el próximo que vendrá).

Una de las imágenes más famosas de Mi Le Fo es la esculpida en la ladera de Fei Lang Fen (”la montaña voladora”), próxima a la ciudad china de Hangzhou. Una visita obligada en esa ciudad junto con el adyacente Templo Lingyin (Templo del Alma Escondida). Como el acceso al histórico buda sonriente (s. X) está prohibido, hay quien suple la imposibilidad de frotar su barriga con un ejercicio virtual basado en las trampas de la perspectiva (hay un fotógrafo oficial disponible cuya cámara dispuesta al efecto puede verse en la parte inferior izquierda de la imagen superior).

Los budas sonrientes fácilmente accesibles pueden llegar a lucir evidentes secuelas, como vemos en un ejemplo tomado de Busan (Corea) así como en otra figura ubicada en Repulse Bay (Hong Kong) que requiere periódicos repintados.


Terminamos con la figura más manoseada del muy turístico Nueva York. Se trata del que suele ser conocido en España como Toro de Wall Street, aunque su nombre oficial es “Charging Bull” (toro embistiendo). Inicialmente colocado en Broad Street en una acción de "arte de guerrilla" realizada en 1989 por su creador Arturo di Modica, hace tiempo que está "ubicado temporalmente" al final de Broadway (Bowling Green).

Aquí tampoco hay una rancia tradición, puesto que se trata de una obra moderna (1989), así que los turistas suelen actuar imitativamente, lo que redunda en el visible pulimento de las partes pudendas del animal. En los últimos años este bronce ha estado sujeto a diversos grados de protección policial, por lo que es bastante imprevisible el grado de interacción que puede lograrse cuando se vista al Bajo Manhattan. En todo caso, este tema de los tocamientos impúdicos requiere un apunte específico que esperamos publicar próximamente.

Unas turistas abusando al alimón del Charging Bull y
 fastidiándole la foto, de paso, a un respetuoso turista





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