martes, 14 de enero de 2014

De la mala educación a la desvergüenza y el ridículo


No nos engañemos, en un país con las competencias de educación transferidas a las Comunidades Autónomas, el ministro de Educación no es un señor tan atareado. Aún gestiona algunas cositas, ¿se acuerdan del lío de los Erasmus?, y tiene, además, una importante función de cordinación nacional, que no parece ser capaz de atender con eficacia. Aunque cierto es que los coordinados no se dejan. En todo caso, es indudable que ese puesto no es lo que era.

No es que pretendamos que el sr. ministo, conteste personalmente la correspondencia que recibe. Es justo y necesario que tenga un gabinete. Pero hace años era costumbre que quienes gestionaban presupuestos muy superiores por la ausencia de las transferencias, se molestaran, al menos, en firmar personalmente la producción de ese grupo de estrechos colaboradores que suele llamarse gabinete. Así, de paso, de vez en cuando leían lo que se decía en su nombre.

No tomarse esa molestia es, aparte de un acto de inaceptable desidia, un muestra de manifiesta mala educación. Véase, a título de ejemplo, la misiva recibida, no por un particular interesado por cualquier menudencia, sino por todo un representante de un importante colectivo profesional que se había dirigido al ministro en busca de una solución para un gravísimo problema de homologación de títulos. Un asunto que está afectando gravemente la actividad laboral en el extranjero de sus representados. Si le interesa profundizar en este asunto se lo explica bien Alberto Artero  (alias S. McCoy) en un post con el expresivo título “Los ingenieros de caminos españoles, 'apestados' en América” recientemente colgado en su blog de “El Confidencial”. No se pierdan la descripción de la cainita arremetida de una Marca España contra otra Marca España.


Con todo, lo más sorprendente, aparte de los 17 días invertido en confeccionar tan vacua contestación, es que en la respuesta recibida por ese preocupado Presidente de un Colegio Profesional no se fije una fecha para atender una petición que, insistimos, no es la de un particular con el sempiterno ¿qué hay de lo mío? Y es que, encima, se fija en “unos meses” el plazo, no ya de la entrevista, sino del futuro “contacto” en el que se comunicará la fecha de la misma. ¿Qué clase de Administración es esta? Pues la de la desvergüenza a la que hacemos referencia en el título.

Lo que en cualquier institución cuyo responsable tenga un mínimo de respeto por sus administrados, no digamos ya en una empresa sin demasiadas ISOs, se traduciría en una reconvención en toda regla, se transmutó, en este caso, en el nombramiento de quien tan inaceptables respuestas da como Director General de Política Universitaria. Así es que desde el 27/9/2012 Don Jorge Sainz González ocupa el citado puesto aunque, curiosamente, en la reseña biográfica que está colgada en la web del Ministerio se falta a la verdad (qué lindo eufemismo) al decir que en el momento de su nombramiento era Subdirector General de Investigación de la Consejería de Educación y Empleo de la Comunidad de Madrid cuando es manifiesto que no era así (véase la reseña de su nombramiento como Director de ese Gabinete tras cesar en la Comunidad de Madrid).

No está muy claro cual pueda ser el motivo de esa omisión. Quizá se haya querido dificultar la constatación de la forma en que se utilizan algunos cargos como simples puentes durante el tránsito de los acólitos entre más apetitosas poltronas. Las que manejan presupuestos, vamos. Hasta podría ser mera desidia, una manifestación más de la que impregna la actuación de la cúpula de la Administración Pública Marianista. Hace ya muchos años que se acuñó la expresión estar en Babia para hacer referecia a que las actividades cinegéticas desarrolladas en esa comarca mantenían a los primeros reyes de la monarquía hispana ajenos a los asuntos de Gobierno. Nuestro Mariano, puro siglo XXI, anda por lo pronto, y como tantas veces, huyendo de los periodistas. Esta vez por Washington.

Fieles al espíritu de Vetustideces vamos a dar una pincelada local a esta croniquilla sobre los desvaríos de la administración, aportando otro ejemplo (recuerden este antecedente) de los disparatados nombres de algunos cargos. Así es que el Principado de Asturias tiene una “Dirección General de Formación profesional, Desarrollo Curricular e Innovación Educativa” que en estos momentos desempeña Dª Sara Álvarez Morán. ¿Puede esperarse una actuación racional de quien no es capaz de aplicarla al título de su propio cargo? El prometido ridículo.


Este país necesita recopilar antes de las próximas elecciones los disparates del nomenclátor de sus múltiples administraciones. Una vez que los programas son sistemáticamente incumplidos por todos los partidos, alguna base habrá que dar al voto.

Adicionalmente, constatamos que los desvaríos de las denominaciones no son solo un problema de tan innecesarias como absurdas perífrasis sino, también, de pura ignorancia. En este enlace puede verse véase como el organigrama de nuestra local Consejería de Educación, ¿para qué añadir Cultura y Deportes como bien se encarga de omitir el lenguaje coloquial?, cataloga unos "órganos desconcentrados". Quien sabe de qué cabecina surgiría la idea de utilizar un adjetivo que el Drae nos dice que es característico de Honduras y, desde luego, permanece absolutamente ajeno a nuestros usos lingüísticos (como no sea para referirse al estado de muchos de los cerebros que pretenden regirnos).



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