lunes, 6 de enero de 2014

Crónicas vacacionales

No vamos a referirnos hoy a las crónicas que se hacen sobre las vacaciones, sino a las publicadas durante esos un tanto anárquicos períodos en los que no viene mal tener algún trabajito precocinado que ayude cumplir con las obligaciones editoriales contraídas.

Nos llamaba ayer la atención en el digital “El Confidencial” el artículo titulado “El misterio del hombre que cayó del cielo y se estrelló en las calles de Londres”, cuyo comienzo nos permitimos reproducir: “Domingo, 9 de septiembre. Eran las 7:30 de la mañana en Mortlake, un barrio a las afueras de Londres. No había nadie en la calle. De repente, un hombre cayó del cielo. Como si de un meteorito se tratara se estampó contra el pavimento, de cabeza”.

Mal empieza la cosa, porque se omite que el hecho narrado no tuvo lugar el pasado mes de setiembre, como la crónica da a entender, aunque cierto es que no lo afirma, sino en ese mismo mes del año anterior (2012). Así que no puede decirse que se trate de un suceso de rabiosa actualidad. Es más, los datos que se aportan sobre la identificación del finado, que resultó llamarse Josef Matada, y la historia que había detrás de esa loca aventura fueron publicados hace ya muchos meses en la prensa británica (véase el Daily Mail o The Independent).

Con todo, el tema es interesante y habría sido disculpable esa falta de actualidad, para hacer un poco de historia sobre una práctica que tiene bastante que ver con España como parcialmente recuerda en su comentario el usuario jrgagcEste hace referencia al famoso caso del cubano Armando Socarrás que en junio de 1969 cayó sobre la pista del aeropuerto de Barajas en estado de congelación. Ello ante los atónitos ojos del comandante que acababa de finalizar la inspección ocular de la aeronave y esperaba junto a un guardia de seguridad, que fue el primero en ver el cuerpo caído, que un vehículo le condujera a la terminal. El suceso fue portada de los periódicos de la época, como muestra la adjunta de ABC (ese día La Vanguardia  estuvo más centrada en la inauguración del embalse Iznajar) y tuvo una relevancia que pone de manifiesto que el cronista del diario digital todavía no leía la prensa en aquel entonces. Probablemente aún no hubiera ni nacido, pero para eso están la hemerotecas. 


La narración del episodio por el propio Socarrás puede encontrarse en este enlace. De ahí tomamos la imagen que reproduce como viajó este polizón. No intenten esto por su cuenta. En todo caso es improbable que encuentren un DC-8 en servicio.

No nos hemos ocupado de analizar los motivos por los que la crónica que estamos comentando se refiere al investigador de la FAA (Federal Aviation Administation de Estados Unidos) Stephen Veronneau como Stephen Veronneay, pero ya se sabe que las erratas son una especie de perverso rastro de ADN muy útil para identificar quien copia y quien es copiado. El caso es que ese estudioso de la materia tiene registrados los casos de 96 individuos que desde 1947 han intentado viajar en los alojamientos del tren de aterrizaje de los aviones. con el desolador balance de 23 supervivientes frente a 73 muertos. Y eso que en los episodios iniciales a los que se remonta esta estadística la mucha menor altitud a la que volaban los turbohélices facilitaba la supervivencia, como ocurrió en el primer caso que tenemos registrado. La coincidencia de año nos invita a suponer que es el mismo que inicia la lista de Veronneau, que no hemos conseguido encontrar en la red.

Como curiosidad, cabe señalar que el primer polizón aeronaútico del que se tiene noticia fue el joven de 19 años Clarence Terhune, que en 1928 se coló en el  Zeppelin que hacía el viaje de retorno tras la inaugural ruta entre Alemania y Estados Unidos. No había lugar para problemas relacionados con la altitud, puesto que la de crucero de esos ingenios era de 200 m. A los germanos les hizo gracia la osadía del americano y no sólo no le multaron, como marcaban las leyes, sino que le dieron una calurosa acogida. Un libro titulado  “ZeppelinStowaway” narra con detalle es episodio.

Ya utilizando aviones como vehículo, encontramos el caso del tapicero portugués  Francisco Carvalho, que en agosto de 1947 hizo el trayecto entre Lisboa y Natal (Brasil) en el compartimento del tren de aterrizaje de una avión de KLM. Y parece ser que su queja fue el calor, puesto que en aquellos cuatrimotores el citado hueco estaba colocado justo debajo del motor (ver noticia en ABC).

Al año siguiente Cipriano Castaño Hidalgo se convirtió en la primera víctima española de esta osada práctica, al perecer aplastado por el tren delantero de un DC-4 que al retraerse no deja espacio suficiente para que pueda acomodarse una persona (ver noticia en ABC). Curiosamente ese concreto avión de Iberia se convirtió en una auténtica máquina asesina que al año siguiente acabó con la vida de un mecánico al golpearle con una de sus hélices (ver noticia en ABC).

La parte negativa del éxito de Armando Socarrás es que posiblemente incitó a otros cubanos a probar la experiencia, imitativa conducta que tuvo funestas consecuencias. Hay que recordar que el mismo lo había intentado en compañía de Jorge Pérez, a quien la mayoría de las crónicas del suceso dieron por muerto, siguiendo la versión oficial cubana. Sin embargo, un reportaje publicado por La Razón en 2011 cuenta que acabó cayendo a la pista antes del despegue y, tras ser detenido, pasó 4 años en la cárcel. Finalmente, habría formado parte del contingente de más de cien mil cubanos, conocidos como "marielitos", que fueron autorizados a emigrar a Estados Unidos en 1980 desde el puerto de Mariel. Ha quedado poco rastro periodístico de este hombre.

Años más tarde fue muy sonado el triste caso de otros dos cubanos que en 1991 fueron encontrados congelados en un DC-10 de Iberia que aterrizó en Barajas procedente de La Habana (ver noticia en ABC). Y es que, desgraciadamente, los ciudadanos de Cuba se convirtieron en los auténticos especialistas de esta práctica suicida que deja bastante claro el incentivo que supone la oferta vital castrista (si algún lector tuviera esa posibilidad háganos el favor de enviarle a Willy Toledo el enlace a este artículo, a ver si se entera de algo).

Una relación de casos protagonizados por habitantes de la isla caribeña puede encontrase en este post, que registra un balance de dos supervivientes frente a diez muertos. La lista no tiene carácter exhaustivo porque, independientemente de la caída de cuerpos al mar o lugares inaccesibles hace imposible un recuento sistemático, al menos hay una muerte más, que fue descubierta en el aeropuerto de México, que no aparece incluida en esa relación (ver noticia en La Vanguardia).

El otros superviviente cubano fue un trabajador del aeropuerto de La Habana que en diciembre de 2002 llegó a Montreal en el tren de aterrizaje delantero de un DC-10 de “Cubana de Aviación”. En algunas crónicas se afirma, erróneamente, que en ese avión el compartimiento delantero esta presurizado, cuando parece que la clave de la supervivencia fue una fuga de calor en uno de los conductos que pasan por allí. 

La lista de víctimas cubanas de esta locura se cierra de momento, y esperemos que para siempre, nuevamente en Madrid, donde en julio de 2011 apareció congelado otro polizón en el tren de aterrizaje de un Airbús A-340. Y es llamativa la crudeza de las imagen con la que la mayor parte de la prensa ilustró la noticia.

Con ser Barajas el destino de casi todas las víctimas que buscaron llegar con tan loco procedimiento a España, cabe recordar que en noviembre de 1988 un Boeing 737 de Air Europa tuvo problemas para desplegar su tren de aterrizaje en su aproximación al aeropuerto de Palma de Mallorca procedente de Dusseldorf. Dado que este avión dispone, como la mayoría de los modernos, de visores que permiten inspeccionar desde la cabina los compartimentos que albergan el tren de aterrizaje, no tardó en descubrirse que el motivo era la presencia de restos de un polizón que había muerto aplastado (ver noticia en La Vanguardia). Ya decíamos al comienzo que España tiene bastante que ver con el asunto.

En los últimos años esta suicida práctica se ha concentrando en África, donde todavía el pasado mes de setiembre (este sí el de 2013) se registró en Nigeria un caso protagonizado por el joven de tan solo 14 años Daniel Oikhena, que no abordó el pretendido avión con destino a Estados Unidos, sino un vuelo nacional entre la ciudad de Benin y la capital Lagos. La corta duración del trayecto, junto a la consiguiente baja altitud de crucero, probablemente salvaron la vida del polizón aéreo más joven de la historia (1).
Daniel Oikhena: salvado por esconderse en el avión equivocado

P.S.- !20 enlaces que nos han salido! Nuevo récord y lectura para rato.


(1) Entre quienes han conseguido sobrevivir. En 1997 se encontró en un 747 llegado al aeropuerto de Gatwick procedente de Kenia el cadáver de un niño al que algunas fuentes atribuyeron la edad de ocho años (no hay unanimidad en las crónicas). Se presume que había abordado el avión acompañado por alguna otra persona de más edad, que habría caído al vacío y nunca fue encontrada.



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