miércoles, 25 de septiembre de 2013

Un espíritu crítico (armado con una calculadora y algo de sentido común) lee el periódico


Una de las manifestaciones públicas más frecuentes del hábito de mentir que vive instalado con tanta comodidad en nuestra sociedad es la interesada estimación de las cifras de asistencia a cualquier acto multitudinario. La manipulación alcanza con frecuencia el grado de disparate y así es que hemos llegado a ver manifestaciones en las que los convocantes han proclamado cifras que multiplicaban por veinte otras estimaciones, bien que, normalmente, igual de interesadas, pero en sentido contrario. Así que nos vemos obligados a remedar nuevamente el trabajo del matemático John Allen Paulos que ya les tenemos recomendado.

Ayer  veíamos publicadas las triunfalistas cifras de participación en las fiestas mateínas ofrecidas por el Ayuntamiento ovetense. Estas son:


Como las estadísticas de blogger nos informan del habitual paso de visitantes foráneos por este cuaderno, vamos a permitirnos recordar que la población del municipio de Oviedo es de unas 226.000 personas. También procede señalar que no es una costumbre muy asentada entre los gijoneses venirse a las fiestas de la capital, aunque más visitantes suelen aportar las despobladas cuencas mineras (tres  datos: Mieres alcanzó los 71.000 habitantes en 1960, cuando Oviedo tenía 127.000, y ahora tiene 43.000). O sea, que nos dicen que el equivalente a cuatro Mieres se lanzó a la calle a ver el tradicional desfile del “Día de América en Asturias”.

Si en este país tan futbolístico sistemáticamente traducimos las hectáreas a campos de fútbol (1) para su mejor comprensión por los ciudadanos poco habituados a la agrimensura, un procedimiento interesante para familiarizarse con la cuantificación de multitudes es irse al estadio más próximo en un día de gran lleno y luego salir con “el mogollón”. Por estas tierras, utilizando el aforo de nuestro  Carlos Tartiere, aunque últimamente el ejercicio se complique porque no hay manera de llenarlo, no es difícil hacerse a la idea de como es una marea de 30.000 personas. Pues el quíntuplo de toda esa gente han visto nuestro Alcalde y sus adláteres en las aceras ovetenses el pasado jueves.

Una técnica analítica aún más fructífera es trocear la cantidad en unidades más fáciles de comprender. Apiñando gente a razón de 3 personas por metro cuadrado, lo cual no es poco teniendo en cuenta que en la primera parte del trayecto puede contemplarse el desfile sin padecer apreturas cómodamente sentado en una silla (en primera fila 8 euros, 7 en segunda) y que 4 personas/m² ya es ratio de borde de escenario de un concierto de rock, nos sale que los asistentes habrían ocupado 50.000 m², 5 Ha o, si prefieren, casi 7 campos de fútbol. Esto supone disponer a cada lado de los aproximadamente 2 km de recorrido un fondo continuo de más de 12 m. de apasionados espectadores. Añadamos como referencia que esa es la longitud máxima autorizada en España a los camiones no articulados. ¿Toman sustancias los miembros del equipo de gobierno municipal? 

En lo de los fuegos artificiales no entramos porque, ¿cómo demostrar a tan señalados propagandistas que no estén siendo contemplados incluso desde La Pola? Con buena voluntad y la magnífica visibilidad de aquella noche algo atisbarían quienes se plantaban delante de la tele a disfrutar del porno de C+ con la imagen codificada. Que haberlos, húbolos.

Nos estamos acostumbrando a que nos tomen el pelo tan descaradamente que ya ni sopesamos la posibilidad de acudir a un Juez para que valore si nuestro Alcalde presenta síntomas que inviten a tomar en consideración una posible incapacitación. Si este hombre se cree esto, que locuras no podrá hacer con los dineros municipales. Un tío al que le patinan los ceros de esta manera puede acabar pagando cualquier precio por los suministros. A fin de cuentas,  Zapatero sólo erraba en un 30% en el precio del café (asumimos que recuerdan el “affaire” de  los ochenta céntimos). Amigos lectores, ¡la cuna de Vetustideces está en peligro! 

Las disparatadas cifras de asistencia que se dieron en algunas destacadas manifestaciones llevaron a un grupo de personas de las que no tenemos mucha información a crear el manifestómetro. En el mismo podemos comprobar que no todo son ardides de los políticos. Según los análisis de esta gente, unos de los más descarados hinchados de cifras que han encontrado en sus pesquisas es el del “Orgullo Gay” madrileño de 2006. 

En el estudio de aquella “parade a la que sus organizadores atribuyeron una asistencia de más de 1.500.000 personas, estos auditores que no tienen mucha pinta de “homófobos” (desgraciadamente se ha instalado en el lenguaje esta palabra tan atentatoria contra las habituales etimologías latinas de nuestro idioma, ¿no habría cabido un fonéticamente ortodoxo  "gueyófobo"?) consideran que 180.000 ya es un cálculo muy generoso. Otros a los que les patinan los ceros, porque es oportuno traer a colación que todos lo años, cuando se aproxima ese evento, salta la estimación de los 300.000 turistas esperados que muy gustosamente “papayaguean” los bustos parlantes que tanto abundan en los noticiarios. Eso sí, ahora presumen de título de periodismo. Aunque asumimos que en tan gay acontecimiento será habitual la acogida en casa, la cifra contrasta bastante con las algo más de 40.000 plazas hoteleras con que cuenta la capital madrileña.

Otra interesante magnitud de contraste es la capacidad del Aeropuerto de Barajas que, trabajando en exclusiva para el “Orgullo” al límite de sus posibilidades técnicas durante un entero día, no sería capaz de canalizar tal gay masa. Aunque es evidente que muchos de esos turistas no llegan en avión, cuesta imaginar que los pasajeros que ese aeropuerto recibe en cinco días normales de operación se dirijan en su totalidad a los festejos focalizados en Chueca.

Nuestro humilde consejo es que la próxima vez que traten de colocarles una cifra sobre cuya certeza no tengan ni idea, máxime cuando sobrevuele el ambiente algún interés en el engorde, y mientras las múltiples "Defensorías del Pueblo" que pagamos no tomen cartas en estos asuntos (tendremos derecho a que nos defiendan de la mentira, ¿no?, sobre todo si parte de organismos públicos), busquen una magnitud de contraste y sean vds. mismos quienes valoren la jeta del correspondiente promotor de la trola. Y cuando al autor se le pone donde está a fuerza de votos, hay que empezar a pensar en dar descanso a tan fatigada mente que se muestra incapaz de aplicar ese escurridizo concepto que llamamos sentido común.





( (1) El terreno de juego tradicionalmente apto para competiciones internacionales era de un mínimo de 64 x 100 (0,64 Ha) y un máximo de 75 x 110 (0,83 Ha), aunque casi todos los lo estadios importantes ya se han adaptado a la recomendación FIFA de 105 x 86 (0,71 Ha). Así que, aún con la franja de césped circundante, resulta una hectárea bastante escasa. Consejo: no compren fincas midiendo las hectáreas con “campos de fútbol”.



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