viernes, 24 de mayo de 2013

Encargo de retrato principesco


Ya tendrán noticia de que la Fundación Príncipe de Asturias ha encargado a Annie Leibovitz un reportaje de los herederos de la corona, Cómo iba a ser eso de que ya lo tuviera hasta Isabel II y los nuestros no. Y como la Fundación tiene sus particulares formas de contratar, ha recurrido al peculiar expediente de conceder a la "fotógrafa de los famosos" el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades . Un amplio saco en el que cabe meter agraciados que van desde Google (2008), que ni con esas le dedicó un doodle a los Premios, a Shigeru Miyamoto (2012), el creador de Mario, el fontanero de ascendencia italiana de los juegos de Nintendo.

Por cierto, que quizá no sepan que los japoneses tuvieron la humorada de poner a este regordete personaje el nombre de su casero de ascendencia italiana llamado Mario Segale, quien a principios de los ochenta tenía sus más y sus menos con la naciente empresa de videojuegos para conseguir cobrarles el alquiler de sus oficias en Estados Unidos.

Con la necesidad de rearme moral que necesita esta postrada sociedad tan ayuna de líderes, parece que hubiera sido más oportuno premiar a cualquier pensador con ideas y coraje para sacudir un poco las conciencias. Pero ya se sabe que estos premios están al servicio de la ceremonia y no se podía correr el riesgo de que alguien le leyera la cartilla a los allí presentes. Así que se optó por el bello arte de la fotografía, cuyas estrellas verbalizan menos y, en el caso concreto de la premiada, no suele proponer escenas que puedan inquietar, sino la mucho más relajante contemplación del famoseo.

Ya estamos imaginando Oviedo forrado con las imágenes del matrimonio Lennon (1980) en la portada de Rolling Stone o el embarazo de Demi Moore (1991), porque hay que reconocer que desde entonces no hay famosa que se precie que no se haga alguna toma con su tripita empelotillada. De hecho la propia fotógrafa tiene la suya de 2001 embarazada del hijo que concibió a los 52 años por inseminación artificial (también tiene unos gemelos paridos en 2005 por una madre de alquiler, en politiqués se dice gestión por sustitución; una práctica prohibida, por ahora, en España).


Quizá su serie fotográfica más famosa sea la que realizó en 2007 para Disney, entre cuyas tomas nuestra personal favorita es una aniñada Beyonce en el papel de Alicia (en el País de las Maravillas, relato que también fue objeto en 2003 de un bello reportaje para Vogue protagonizado por Natalia Vodianova). 


Beyonce, Lyle Lovett y Oliver Platt 
Natalia Vodianova
En la misma colección de Disney aparece nuestra Penélope en el papel de Bella (la de la Bestia, interpretada por Jeff Bridges). Menuda excusa más buena para traerse un trocito de Hollywood a la entrega de los Premios. Un interesante repaso de la obra de la fotógrafa de cabecera de la revista Vanity Fair para esa publicación puede verse en este enlace y otras de sus fotos en este otro.

No se puede negar que el invento de Graciano (nota para lectores foráneos: Graciano García, periodista asturiano de Moreda, promotor de estos premios para lo que se creó la Fundación que dirigió hasta 2009, cargo en el que fue relevado al cumplir 70 años por Teresa Sanjurjo) permanece fiel a sí mismo, porque estos son uno de los pocos galardones en los que son los premiados quiebes están al servicio del premio y su principal cometido es dar relumbrón al galardón y, por ende, al Heredero de la Corona. Por ello, el mayor pecado que puede cometer un premiado es no acudir a la entrega. Todavía resuena el cabreo que se pilló alguno cuando en 1996 no vino Carl Lewis, que el hombre parece que no era capaz de encontrar Oviedo en el mapa. 

El Premio de los Deportes suele ser el más polémico, porque los galardonados son conocidos por el público en general y no como ocurre como en el de Ciencias Sociales, que siempre hay que explicarle a los que atestan el Teatro Campoamor quienes son. Recordemos que los Premios del Deporte se conceden estatutariamente a "la persona, institución, grupo de personas o de instituciones que, además de la ejemplaridad de su vida y obra, hayan conseguido nuevas metas en la lucha del hombre por superarse a sí mismo y contribuido con su esfuerzo, de manera extraordinaria, al perfeccionamiento, cultivo, promoción o difusión de los deportes". Así que, como ya comentábamos hace unos días, hubo quien fue partidario de quitárselo a Schumacher cuando quiso fastidiar a Fernando Alonso en la edición de 2006 del mismo Gran Premio que se celebra este fin de semana, por medio del feo ardid de atravesar su coche en la curva de La Rascasse. Igual andaba picado porque el asturiano, con algo de enchufe localista, ya contaba por entonces con el Premio Príncipe y el no. La verdad es que tiene su morbillo premiar la “ejemplaridad de la obra” del piloto más sancionado de la  Fórmula 1 que, además, ganó su primer mundial en 1994 forzando al abandono de Damon Hill al estrellar su coche ya averiado en un incidente anterior contra el del piloto al que en aquel momento le bastaba finalizar la carrera para coronarse campeón.



No contento con la antideportiva acción anterior, en 1997 Schumi repitió la jugada contra Jacques Villeneuve en un intento de dejar nuevamente fuera de carrera ambos coches, lo que le adjudicaba el campeonato, pero esta vez le salió mal porque tan sólo fue el agresor quien no pudo concluirla, mientras que el hijo de Gilles Villeneuve conseguía la corona mundial que se le había resistido a su padre.


Otra curiosidad del Premio de los Deportes son sus conocidas compensaciones a posteriori de una fea tendencia a premiar primero los curriculums menos brillantes. Así, tras dárselo en 1998 a Arantxa Sanchez Vicario, una forma de quitársela de encima porque decían que no paraba de dar la tabarra a todo jerarca que pillaba con lo de que le hacía ilusión ir al Campoamor (pero al escenario ¿eh?), alguien reparó en que vaya cantidad de tenistas tenían mejor palmarés. Por ello trataron de disimular, concediéndoselo al año siguiente a Steffi Graff, en la que podríamos llamar "época tenística del galardón", porque en 1994 había sido para Navratilova.

Ahí, en cambio, se precipitaron, porque eran tiempos en que del lesbianismo se hablaba en voz bajita, y unos años más tarde menudo apoyo que habrían recibido por parte del poderoso lobby gay como podremos comprobar con el caso Liebovitz, cuya pareja Susan Sontag, fallecida en 2004, también recibió un “Premio Príncipe", el de las Artes de 2003.

En el testimonio gráfico del final de la vida de la escritora podemos encontrar algunas de las pocas fotos duras que ha firmado la premiada. Incluso llegó a exponer, no sin controversia, una del cadáver de la que fuera su compañera durante un década. Otro ejemplo de esa etapa es la poco glamurosa serie de una mastectomizada Susan Sontag (ya les teníamos advertido que lo de Angelina no era para tanto).

Evadir impuestos tampoco debe ir en nuestro humptydumptiano mundo contra la estatutaria  “ejemplaridad de la vida”. A fin de cuentas, también lo hacen algunos miembros de la familia real (caso Aizon), porque no sólo ocurre que nadie ha solicitado retirarle a Dª Arantxa su premio por falta de solidaridad fiscal con los españoles, sino que el pasado año incluso fue nombrada presidenta del jurado que, en plenos Juegos Paralímpicos (menudo candidato hacía el Movimiento que los promueve), tuvo la disparatada ocurrencia de repremiar a Xabi y Casillas, jugadores que ya lo habían sido dos años antes con toda la Selección Española de Fútbol (aquí sí se siguió la jerarquía porque la Brasileña lo había sido en 2002).

Conviene permanecer atentos, porque los premios pendientes de concesión todavía pueden dar mucho juego.




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