lunes, 25 de marzo de 2013

Prohibir es un placeer geniaaal sensuaaaal


Como segundo título cantable de este cuaderno (el primero fue este) hemos adaptado el del tango compuesto en 1922 por el español Juan Viladomat i Massanas (1885-1940) con letra de Félix Garzo, que llevaría a la apoteosis de su popularidad Sara Montiel en "El útimo cuplé" (ver vídeo). Para saber más sobre esta canción compuesta para la revista "La Nueva España", estrenada en 1923 en el Teatro Victoria de Barcelona, les recomendamos el muy documentado artículo que encontrarán en este enlace. Un texto que sostiene que el cigarrillo era de cocaína, de ahí que la letra diga:


un cigarrillo
es siempre un descansillo
y aunque parece
que el cuerpo languidece,
tras el cigarro crece
su fuerza, su vigor.

Con la duda de si hoy en día el Ministerio de Sanidad habría objetado lo de "mientras fumo, mi vida no consumo", vamos a ocuparnos sin más prolegómenos del asunto que nos ha inspirado: un simple cartel informativo de unos juegos infantiles.



Acerquémonos un poco a la cenefa prohibitoria con un espíritu moderadamente crítico.


Lo primero que sorprende es lo del coche, porque no es muy normal que los parques infantiles sean accesibles a los vehículos a motor. Y aún cuando lo fueran, si tenemos que suplir el mínimo sentido común con señales tendríamos que hacer todo un mural de prohibiciones. Mire usted que no se le ocurren cosas al personal.

Curioso es que, además, se prohíban los ciclos (señal R-105) cuando, en cambio, sí que están autorizados a circular por la zona de juegos los "motociclos de dos ruedas si sidecar", ello conforme a la especificación de la señal R-103 de nuestro Código de la Circulación. Caprichosillo el regulador (o ignorante del significado de las señales).

Parece más probable topar, por ejemplo, con unas descocadas como las que siguen, ejercitándose en los columpios, que tener que lidiar con un coche circulando por el mullido pavimento. El que hace muy oportuna la prohibición de los tacones. Y no parece cuestión de ir poniendo señales prohibitorias del nudismo. Aunque bien pensado, pudiera ser que no se haya hecho porque no contamos con un icono de generalizado reconocimiento.

Este asunto de la prohibición del nudismo requiere una mayor dedicación de los expertos en semiótica gráfica porque, hasta donde no es dado conocer, las señales no textuales disponibles sólo restringen parcialmente esa práctica. Vean junto a estas líneas, por ejemplo, una dirigida exclusivamente a los obesos.

Una segunda desconcertante prohibición es la de los balones. No tratándose los parques infantiles de espacios especialmente aptos para la confrontación de aguerridos equipos, debido a la presencia de lúdicos obstáculos, diríase que molesta que los niños pateen un balón entre turno y turno de columpio. Eso en caso de que las cifras de natalidad mantengan vigente esa añeja práctica.

Bien está que la ovetense Iglesia de San Isidoro haya querido proteger sus doblemente vetustas piedras del erosivo golpeo de las pelotas, pero en el espacio de juego que nos ocupa parece excesiva tal restricción de los juegos admisibles. Máxime cuando los deportes de balón son una de las pocas formas disponibles de convertirse en lo que antaño se llamaba un "hombre de provecho". Llamémoslo hoy un más políticamente correcto "persona de éxito".

No podemos pasar sin destacar la precisión del lenguaje de nuestros mayores. Fíjese que el mandato que preside la Plaza del Ayuntamiento de Oviedo especifica que la prohibición sólo se extiende a "este sitio", no fuera a interpretarse que se extiende por otros espacios del municipio. Este detalle recuerda aquella serie de Adolfo Marsillach emitida en 1974 con realización de Pilar Miró, en la que un autor que pretendía estrenar la obra "La honradez recompensada" se veía abocado a cambiar, entre otras muchas cosas, el título de la función. Y ello para acabar llamándola, por imposición de la censura, "La honradez recompensada siempre... en España", porque no debían haber duda de que que ese comportamiento era inequívocamente premiado, pero no cabía hacerse cargo de lo que pudiera ocurrir allende nuestras fronteras. La precisión era la clave.

Donde, en cambio, vemos un poco largo al regulador es en la elevación de la prohibición de uso de los juegos hasta los 18 años. Ya es conocida por nuestros lectores más veteranos nuestra preocupación por la temprana autorización del consumo de alcohol vigente en Asturias, isla legislativa en este particular dentro de la España autonómica a la que nos hemos referido en otra ocasión. Y resultaría poco edificante que unos niños de verdad tuvieran que esperar a que unos pollastres acabaran de hacer botellón en los columpios para poder disfrutar de los mismos. Es más, ¿se imaginan a una adolescente deslizándose por ese pequeño tobogán de metro y medio de altura después de pasar por un centro de salud a por la píldora del día después?

Claro que, en algunos casos, equipando los columpios con el material adecuado, en el pecado podría ir la penitencia.




Ya puestos a disfrutar de la llamada erótica del poder nos permitimos proponer al responsable de las largas cadenas de circulitos rojos una señal indescifrable para acabar de apocar a los usuarios. Y es que, como es sabido, en este país nos encanta lo que no entendemos y por eso, en esta tierra ayuna de fluidez en lenguas extranjeras, repasen la bienvenida de la Alcaldesa de Madrid a los representantes del COI, casi todas las marcas de coches cierran sus anuncios televisivos en idiomas foráneos. Por no citar ese pequeño curso de inglés que nos endosa un conocido café. Rematemos, pues, también nuestros cartelones prohibitorios  con algo poco comprensible. Que mola.






P.S. Ya que estamos con señales de tráfico, a ver si alguien encuentra una como la que sigue para ponerla en la ovetense calle Toreno. Y es que luego pasa esto.





No hay comentarios:

Publicar un comentario